martes, 3 de mayo de 2016

ABC:Se abren las catacumbas judías de Vigna Randanini


La arqueología judía en Roma desvelará uno de sus tesoros más preciosos: Las catacumbas de Vigna Randanini, un complejo monumental de extraordinaria fuerza evocativa, se abrieron al público el 1 de mayo. Situadas en una propiedad privada entre las vías Apia Antigua y Pignatelli, a diez metros de profundidad, se construyeron entre los siglos II y el IV d. C. Son una serie de galerías funerarias, con tumbas excavadas en la roca volcánica blanda de la zona, descubiertas casualmente en el 1859. Se trata de un caso singular en el panorama cultural de Roma, donde son muchas las catacumbas cristianas, pero muy raras las judías, que además, han estado cerradas o con entrada muy restringida al público.

Las catacumbas de Vigna Randanini ocupan un área de unos 18.000 metros cuadrados, con sepulturas y nichos a dos niveles en 700 metros de galerías. Durante mucho tiempo sufrieron el vandalismo, como tantos tesoros arqueológicos en Roma, pero aún se conservan frescos de gran doncellas bailando, aves, la vid y diversas figuras, siguiendo el hilo conductor de la tradición judía. Se distinguen diversas capillas privadas, que corresponden a familias o grupos, con particulares decoraciones. Se leen inscripciones en latín, griego y hebreo.

El proyecto de apertura ha sido impulsado por el ministerio de Bienes Culturales, como uno de los 20 itinerarios culturales diseñados para este año jubilar. Ha contado con el apoyo de la comunidad judía de Roma, consciente de la importancia de dar a conocer este tesoro. Hay que destacar que la comunidad hebrea romana es la mas antigua del mundo occidental: Su presencia en la ciudad eterna se remonta al año 161 a.C. y era numerosa en época imperial, con al menos entre 40.000 y 50.000 judíos.

Las catacumbas de Vigna Randanini constituyen uno de los mejores ejemplos de estructuras de cementerios de la comunidad judía en Roma. No son las únicas. Hasta hoy se han descubierto, explorado y clasificado sesenta catacumbas cristianas y seis judías, cuatro de éstas últimas se hundieron. Hay que tener en cuenta que ambas comunidades practicaban exclusivamente la inhumación y no la cremación, a diferencia de los paganos que se inclinaban por la cremación, especialmente en época imperial.

Las catacumbas estaban situadas siempre fuera de los muros de la ciudad, porque la sepultura urbana estaba prohibida por la ley romana por motivos religiosos y de higiene. Fueron utilizadas para sepultura hasta el siglo V, y después fueron lugar de peregrinación de fieles a las tumbas de los mártires. A partir del siglo IX iniciaron el traslado de los cuerpos de los mártires, porque las incursiones de sarracenos y las invasiones de los bárbaros hacían inseguros los lugares situados fuera de las murallas de la ciudad. Esas invasiones llevaron al abandono de casi todas las estructuras de las catacumbas y de muchas se perdieron sus huellas

Judías las primeras catacumbas

Investigadores de la universidad holandesa de Utrecht han señalado que fueron los judíos, y no los cristianos como siempre se había pensado, los primeros en utilizar las catacumbas para enterrar a sus muertos. En estudios publicados por la revista «Nature» se aportan datos obtenidos, mediante el carbono 14, en las catacumbas de Villa Torlonia: Hay personas sepultadas en el siglo primero a.C., es decir, bastante antes de la época (siglo III) en la que los primeros cristianos iniciaron a utilizar las necrópolis subterráneas excavadas en piedra caliza. Exámenes comparados de las catacumbas cristianas y judías confirman las relaciones entre las dos comunidades. La arquitectura en estos cementerios era similar, con la diferencia en las inscripciones y en la iconografía: símbolos religiosos como peces y palomas en las catacumbas cristianas; ramos de palma y el Arca de la Alianza en las judías.

Catacumbas santos Marcelino y Pedro

Los peregrinos que llegan a Roma para el jubileo pueden visitar otras catacumbas recientemente restauradas: Han recuperado su antiguo esplendor los frescos que se conservan en las catacumbas de los santos mártires Marcelino y Pedro, condenados a muerte en el año 304 por orden del emperador Diocleciano. Están situadas en la vía Casilina y ocupan un área de 18.000 metros cuadrados. Estas catacumbas constituyen una pinacoteca subterránea: Sus pinturas paleocristianas se consideran únicas en el mundo. Con la restauración, mediante técnicas avanzadas de limpieza con el láser, se han recuperado los colores originales de sus excepcionales frescos, destacando en especial el cubículo de la matrona orante.