miércoles, 29 de enero de 2020

La Vanguardia:La espectacular tumba principesca de la Edad de Hierro... a la que le falta el príncipe


Los picenos eran un pueblo que dominó un territorio comprendido entre los ríos Foglia y Aterno y delimitado por los Apeninos y la costra adriática en el primer milenio antes de Cristo antes de ser absorbidos por el Imperio Romano. Algunos historiadores consideran que, en el fondo, eran una confederación de tribus, cada una con su propio jefe, que se unían en caso de peligro.

Las familias aristocráticas de los picenos se caracterizaban por sus atributos guerreros y se diferenciaban del resto de la comunidad porque eran enterrados en sitios diferentes y junto a valiosos objetos que marcaban su estatus social. Una de esas sepulturas ha aparecido en el centro de Italia y su ajuar funerario es espectacular.

El único problema es que al lado de los restos de un carro de guerra completo (con ruedas de hierro incluidas), las armas, un casco y varios recipientes de bronce y arcilla no estaba el cuerpo del difunto, según detallan los arqueólogos de la Universidad de Boloña en un artículo publicado en la revista Antiquity .

El propietario de esta lujosa tumba es, probablemente, un hombre, según dicen los investigadores basándose en los artículos funerarios relacionados con la guerra. Fue enterrado bajo un gran montículo de tierra. Si la hubieran situado cerca de la superficie, la sepultura habría tenido pocas probabilidades de sobrevivir a siglos de trabajos agrícolas en la zona.

A pesar de que el cuerpo ha desaparecido, los tesoros en esta tumba principesca de hace 2.600 años revelan muchos detalles sobre este hombre misterioso, apuntan los expertos. La “colección extraordinaria de material cultural” es un “testimonio inequívoco del estatus aristocrático del propietario de la tumba”.

Los arqueólogos encontraron el entierro mientras inspeccionaban la zona antes de la construcción de un nuevo complejo deportivo en el valle del río Nevola, una zona en la que se han realizado pocas exploraciones arqueológicas. Un análisis aéreo sobre la ciudad de Corinaldo reveló la existencia del complejo. A vista de pájaro se podían ver los restos de zanjas circulares grandes.

Estas peculiares marcas llamaron la atención de los investigadores, que pasaron a una segunda fase en la que usaron corrientes eléctricas en el suelo y monitorizaron las anomalías en la forma en que esta fluye a través de la tierra. También usaron detectores magnéticos para comprobar si había algún artefacto de metal enterrado.

Las evidencias encontradas parecían claras y, al poco de comenzar las excavaciones, ya apareció tanto la tumba como sus tesoros, todo rodeado por un foso circular de 30 metros de ancho. La sepultura en sí es más pequeña, ya que mide apenas 3,2 por 2,8 metros. La tumba data del siglo VII antes de Cristo.

Un hallazgo de este tipo, según revelan los expertos de la Universidad de Boloña, es “raro”, ya que la opulencia del espacio y su tamaño (cubierto por un montículo de tierra) indican que el propietario de la sepultura era un “líder piceno de alto estatus que reunió un gran poder político, militar y económico”, como demuestran los más de cien recipientes recuperados entre los que destacan una olla y un gran tarro o maceta de cerámica importados de la antigua Daunia (Apulia moderna, con capital en Bari).