viernes, 29 de noviembre de 2019

La Vanguardia:Los egipcios ya modificaban genéticamente el trigo hace 3.000 años


Cuando uno piensa en modificaciones genéticas, se imagina probetas, tubos de ensayo, ordenadores, jeringas y otros artilugios en un laboratorio. Pero los humanos hemos estado realizando este tipo de transformaciones en plantas y animales desde hace siglos. Ahí están actividades tan habituales como el injerto de árboles o el cruce entre distintas razas de perros.

Hace unos 10.000 años, con la revolución neolítica, se implantó la agricultura, lo que supuso un cambio cultural inmenso porque se abandonó sistemáticamente la caza y la recolección como principal fuente de subsistencia para empezar a domesticar plantas y animales. Y ese importante paso comportó una especialización para adaptarse a las nuevas circunstancias.

Expertos del Centre de Recerca Agrigenòmica (CRAG) de Barcelona, junto con científicos del University College y el Museo de Historia Natural de Londres, han descubierto que los egipcios desarrollaron una nueva variedad de trigo hace alrededor de 3.000 años que se convirtió en la principal fuente de alimento del Mediterráneo y Oriente Próximo durante siglos.

Los investigadores han conseguido secuenciar el código genético de esta variante a partir de unos granos descubiertos durante una excavación hecha en 1924 y que se guardaban dentro de la colección del Museo Petrie de Arqueología Egipcia. La conclusión es que este ADN es muy similar al genoma de las variedades de farro modernas que se cultivan en la India, Omán y Turquía, según explican en un estudio publicado en la revista Nature Plants.

Pudieron extraer un ADN de suficiente calidad para secuenciarlo y hacer los análisis posteriores, secuenciando especímenes que habían sido conservados durante 90 años sin un control climático estricto en el museo. “Siendo una muestra desecada, tiene una preservación excelente”,explica la investigadora del CRAG Laura R. Botigué a La Vanguardia.

“No podemos hablar del primer trigo transgénico, pero siendo un cultivo doméstico, sí podemos decir que fue uno de los primeros trigos genéticamente modificados por el hombre, ya que presenta una serie de características que lo diferencian del salvaje, y esto es consecuencia de la agricultura”, explica la experta.

La variedad salvaje liberaba el grano de la espiga para dispersar las semillas, pero el trigo secuenciado ya retenía el grano, permitiendo segar la planta sin perderlo. “Este es uno de los rasgos más característicos de la domesticación de los cereales”, indican los autores del estudio en su texto.

El farro (Triticum turgidum subespecie Dicoccum, que en Catalunya se conoce como espelta bessona) era el cereal más popular en el antiguo Egipto. Cuando los romanos invadieron la zona, adoptaron el uso de este cereal, que llamaron “trigo de los faraones” o “farro” (de ahí la palabra “harina”). La mayoría de variedades que se cultivan hoy en día son el resultado de una hibridación entre el farro y una hierba salvaje.

“Este trigo es una Founder crop de Oriente Próximo, uno de los primeros centros de domesticación de las plantas. Allí se domesticaron dos trigos, uno más adaptado al clima frío y este que estamos estudiando, más adaptado al clima cálido y que fue la principal fuente de alimento durante milenios en el Mediterráneo, Oriente Próximo y en especial Egipto, donde se cultivó por más tiempo, hasta la llegada del periodo Romano”, asegura Botigué.

La experta del CRAG añade, en declaraciones a La Vanguardia, que los resultados obtenidos permiten determinar “que el trigo de Egipto es muy similar a los cultivos que había en la Península Arábiga y la India, y diferente de los cultivos del Mediterráneo”. “Esto nos hace pensar que hubo dos oleadas de dispersión. Una primera que fue hacia el Mediterráneo y Europa, y una segunda, hasta ahora muy poco estudiada, que fue hacia África y Asia”.

Hasta ahora se asumía que la dispersión del Neolítico había sido en paralelo a lo largo de las dos costas del Mediterráneo. Pero esta investigación cambia los parámetros establecidos. La domesticación de plantas llevó a la mejora de los cultivos, aunque en el proceso se perdieron una gran parte de variantes genéticas que podrían ser útiles en el futuro, especialmente en el contexto de cambio climático. “Las variedades antiguas muestran unos patrones únicos de variabilidad genética que no muestran los vegetales modernos”, continúa Laura R. Botigué.

“Este estudio es muy importante porque demuestra que si consiguiéramos extraer y analizar el ADN de más muestras de la misma colección y estudiar la variabilidad genética que se encuentra en las muestras antiguas y que se ha perdido en cultivos más modernos, estaríamos más cerca de encontrar las bases genéticas de la adaptación al clima desértico de Egipto”, concluye.

El farro es un cereal resistente a ciertas plagas y es capaz de crecer en suelos empobrecidos y con agua escasa. De momento, los autores del estudio ya han intentado hacer pan para probarlo.