lunes, 28 de mayo de 2018

ABC:Encuentran huellas del Imperio Romano en el hielo de Groenlandia


Hoy sabemos que los efectos de la actividad humana son globales. El plástico se extiende como una plaga por los océanos del planeta y hace años que se detectaron peligrosos contaminantes, como insecticidas (DDT) y otros compuestos (PCBs) acumulados en lugares alejados y aparentemente vírgenes, como los hielos de Groenlandia.

Recientemente, un equipo internacional de investigadores ha publicado un artículo en « Proceedings of the national Academy of Sciences » (PNAS) donde ha constatado que este no es un fenómeno reciente. Los científicos han encontrado trazas de plomo que fueron extraídas entre los años 1.100 a.C. y 800 d.C., por ejemplo en minas de la Antigua Grecia y del Imperio Romano , en testigos de hielo de Groenlandia. Las mediciones les han permiten asociar sucesos históricos con la actividad económica y minera de cada momento.

«Hemos descubierto que la polución de plomo en Groenlandia permite reconstruir muy de cerca epidemias, guerras, momentos de inestabilidad social y expansiones imperiales durante la antigüedad en Europa», ha explicado en un comunicado Joe McConnell, el director del estudio e investigador en el Instituto de Investigación del Desierto (EE.UU.).


Las minas y la fundición de minerales fueron una parte clave del desarrollo económico de las antiguas civilizaciones en Europa. Dichos trabajos liberaron a la atmósfera cantidades notables de residuos que primero quedaron suspendidos y que luego fueron transportados por los vientos hasta lejanas regiones. Una parte de estos restos cayó con la nieve en Groenlandia, a miles de kilómetros de distancia del continente, y fue quedando enterrada en el hielo.


La huella de la riqueza y del poder

La concentración de estas trazas de plomo en cada momento histórico, asociada con una profundidad concreta en los testigos de hielo, es una vía para reconstruir ya no solo la actividad minera del pasado, sino también el esplendor económico, en general.

«Muchas de las emisiones de ese periodo fueron resultado de la minería y de la fundición de minerales de plomo y plata, así que estas emisiones pueden verse como un indicativo de la actividad económica global», ha dicho McConell.

La causa de esta relación tan directa entre plomo y plata está en que el lucrativo metal se extraía de la fundición en hornos de plomo argentífero, en el que ambos elementos estaban mezclados, a través de un proceso conocido como copelación .


No es la primera vez que los científicos encuentran esta huellas del plomo en el hielo. Pero en esta ocasión, los investigadores han pasado de las 18 mediciones que se hicieron en una primera ocasión, en los años 90, a un estudio elaborado con 21.000 mediciones de los niveles de plomo y de otros compuestos químicos.


Guerras y epidemias, grabadas en el hielo

Gracias a la detallada cronología grabada en el hielo, los investigadores han podido vincular la polución con aquellos eventos históricos relevantes, como guerras o epidemias, que tuvieron repercusión sobre la actividad minera. Al igual que hoy las crisis económicas provocan caídas en las emisiones de CO2, en la antigüedad era la minería la que se resentía.

Los resultados han mostrado que las emisiones de plomo comenzaron en el 900 antes de Cristo, en el momento en que los fenicios expandieron sus rutas comerciales y fundaron factorías por el Mediterráneo occidental. La polución aumentó cuando los cartagineses y los romanos comenzaron a extraer mayores cantidades de plata en la Península Ibérica, y alcanzaron un máximo con la fundación del Imperio Romano.

Por ejemplo, en Cartago Nova fueron claves los yacimientos de plomo argentífero en los que trabajaban 40.000 obreros, en una extensión de varios kilómetros cuadrados. El geógrafo griego Estrabón en su obra «Geografía» describe –gracias al testimonio de Polibio– cómo se extraía este plomo y el enorme rendimiento, 25.000 dracmas, que generaba cada día en beneficios. Eso sí, las condiciones en las que trabajaban los mineros eran penosas y sus turnos maratonianos.

Y no solo de plata y plomo vivían los romanos. Por ejemplo, en el noroeste de la Hispania F.J Sánchez Palencia calcula que los romanos obtuvieron 230.000 kilogramos de oro desde el siglo I hasta el III d.C. solo en esta región.


El auge de Roma, y de la polución de plomo

Las mediciones de los niveles de plomo en el hielo son tan precisas que les han permitido a los autores afirmar que el mayor momento de producción de plomo coincidió con el esplendor del Imperio Romano, durante los siglos I y II después de Cristo, en un momento de gran prosperidad económica conocido como Pax Romana. Por entonces, los niveles de plomo producidos eran cuatro veces superiores a los alcanzados durante las últimas décadas de la República, lo que sugiere, tal como ha explicado Andrew Wilson, coautor de la investigación, que había: «Un notable crecimiento económico durante el mandato imperial».

De la misma forma, las emisiones de plomo alcanzaron un mínimo histórico durante los últimos 80 años de Roma, coincidiendo con la llamada «crisis de la República».

Además, los análisis han mostrado que las emisiones de plomo subieron y bajaron en consonancia con guerras y situaciones de inestabilidad política, particularmente durante la República. Además, cayeron en picado probablemente con motivo de dos grandes epidemias ocurridas en el siglo II y III d.C.. Se trata, en concreto, de las epidemias de Antonino (viruela) y Cipriano (viruela, filovirus o quizás gripe).

«La gran plaga de Antonino golpeó al Imperio Romano en el año 165 d.C. y duró 15 años», ha dicho Wilson. «Los altos niveles de emisiones de plomo alcanzados con la Pax Romana acabaron justo en ese momento, y no se recuperaron hasta los comienzos de la Edad Media, unos 500 años más tarde».

Además de las epidemias y de la decadencia política y económica, ocurrió un proceso de decadencia de las minas. De hecho, a partir del siglo III los principales yacimientos romanos fueron agotándose .

Esta investigación ha sido realizada por arqueólogos, economistas históricos, científicos atmosféricos y expertos en testigos de hielo. Entre todos ellos hay personal de la Universidad de Oxford (Reino Unido), el Instituto de Investigación del Desierto (EE.UU.), la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y del Instituto Noruego para Investigación del Aire.