domingo, 6 de agosto de 2017

National Geographic:Las estatuas enterradas del faraón Micerino en Gizeh


En 1902 se celebró una "cumbre" egiptológica en la terraza del hotel Mena House de El Cairo. La había convocado Gaston Maspero, director del Servicio de Antigüedades de Egipto, y a ella estaban invitados algunos de los grandes arqueólogos del momento: el alemán Ludwig Borchardt (que en 1912 descubriría el busto de Nefertiti) en nombre del arqueólogo alemán George Steindorff; el italiano Ernesto Schiaparelli (que en 1904 localizaría la tumba de Nefertari), y el norteamericano George Andrew Reisner, conocido como el "Flinders Petrie americano" por la precisión y minuciosidad de sus métodos. El objetivo de la reunión era repartir las zonas de excavación en la meseta de Gizeh. Así, a los alemanes les correspondió el sector de la pirámide de Kefrén; a los italianos, parte del cementerio situado al norte de la pirámide de Kefrén, y a los norteamericanos les tocó en suerte todo el complejo funerario del faraón Micerino, el artífice de la pirámide más pequeña de las tres que se levantan en Gizeh.

Cuatro años después, en 1906, el arqueólogo George Reisner empezó a excavar en las inmediaciones del complejo funerario de Micerino, al frente de una expedición organizada por la Universidad de Harvard.

Estatuas por doquier
La pirámide de Micerino ya había sido explorada en 1834 por el británico Richard Vyse, por lo que Reisner se centró en investigar otros elementos del complejo. Sus pesquisas pronto dieron fruto. Junto a la cara este de la pirámide, Reisner localizó el templo alto –donde aparecieron fragmentos de una colosal estatua sedente en alabastro del faraón– y los restos de la calzada que unía este edificio con el templo bajo o del valle (que aún no se había hallado), donde tuvieron lugar los ritos de purificación de la momia del rey. También descubrió las capillas funerarias de las tres pirámides satélites pertenecientes a las esposas de Micerino y algunas tumbas de sacerdotes funerarios encargados del culto real.

En junio de 1908, Reisner, tras realizar algunos sondeos, centró su atención en descubrir los restos del templo bajo de Micerino. Se trataba de una construcción de ladrillo crudo con cimientos de piedra caliza, que daba la impresión de haber sido acabada de un modo precipitado, tal vez debido a la inesperada muerte del rey. En la entrada oriental, un vestíbulo con cuatro columnas –flanqueado por unas habitaciones que parecían almacenes– desembocaba en un amplio patio que daba acceso a la sala de ofrendas, con seis columnas, y al santuario propiamente dicho, junto al que se abrían unas estancias.

Fue en estas habitaciones donde en julio de 1908 Reisner hizo un sensacional descubrimiento. Joseph Lindon Smith, dibujante de la expedición, narra el momento del hallazgo: "Yo mismo compartí con Reisner la excitante apertura de cada una de aquellas salas repletas de esculturas. Dos retratos de alabastro del rey, cuatro estatuas completas, y la tríada de grauvaca. Reisner apenas podía contener la emoción...". Así, ante la estupefacción de los arqueólogos, de entre los escombros fueron emergiendo unos magníficos grupos escultóricos: ocho esculturas de grauvaca (un tipo de piedra arenisca) compuestas cada una de ellas por tres personajes: el faraón tocado con la corona blanca del Alto Egipto; la diosa Hathor, con su característico tocado con dos cuernos y el disco solar, y la personificación de un nomo o provincia de Egipto.

Cuatro de estas esculturas, que recibieron el nombre de tríadas, estaban fragmentadas e incompletas, pero otras cuatro se hallaron completas y en un excelente estado de conservación. Su función es incierta, aunque posiblemente tenían un componente tanto de culto como político; un modo de indicar que Micerino era el señor de todo el país.

Obras maestras

Cuando Reisner creía que el templo del valle de Micerino ya había desvelado todos sus secretos, el 8 de enero de 1910 salió a la luz otro grupo escultórico completo: una representación del faraón, tocado con un nemes o pañuelo real, acompañado de una mujer que lo abraza, posiblemente su esposa, la reina Kamerenebty. Por desgracia, el artista que esculpió esta magnífica pieza nunca inscribió los nombres de los representados, así que no podemos saber a ciencia cierta si se trata de la Gran Esposa Real de Micerino, como generalmente se cree.

George Reisner recuperó una gran cantidad de material del complejo funerario de Micerino. En virtud de las leyes de reparto de los hallazgos arqueológicos vigentes en la época, Reisner se llevó a Estados Unidos una de las tríadas completas y el grupo de Micerino con su esposa, además de algunos fragmentos y la estatua colosal en alabastro del faraón procedente de su templo alto. El resto de las tríadas que estaban completas se quedaron en Egipto. Estos hallazgos permitieron a Reisner reconstruir la técnica escultórica egipcia en tiempos de la dinastía IV. Según él mismo afirmó, aquel increíble descubrimiento "hizo necesario revisar la historia del arte egipcio durante ese período".