martes, 25 de octubre de 2016

La Valencia sepultada


En el mundo romano precristiano las lápidas mortuorias solían mostrar las siglas STTL, correspondientes a las iniciales de la locución latina 'Sit tibi terra levis'. Los allegados al difunto en cuestión expresaban a través de ese epitafio un póstumo deseo al fallecido: Que la tierra te sea leve. Con la llegada del cristianismo adquirió protagonismo el 'Requiescat in pace', llevado al castellano como Descanse en Paz. Les cuento lo de aquella primigenia expresión latina porque, además de ser un fino ejemplo de la perspicacia romana, se adapta como anillo al dedo al tema de la semana: los restos de Valencia a los que la tierra les ha sido leve. El ejemplo más reciente lo conocemos por el casual hallazgo de una bodega de finales del siglo XV o principios del XVI bajo la antigua fábrica de Bombas Hidráulicas Carlos Gens S.L., ubicada en los números 54 y 56 de la avenida Burjassot. Cuál sería la sorpresa del arquitecto Eduardo de Miguel, cuando la pasada semana advirtió que bajo los muros de la fábrica de estilo 'art decó' que está rehabilitando, se encontraba una estructura de casi 40 metros cuadrados con cerca de cinco siglos de antigüedad en perfecto estado.

Las diversas culturas que han habitado nuestra ciudad han dejado huellas particulares de su existencia y la tierra, en algunos casos, ha sido ligera. La que menor impronta ha legado es la musulmana, tan presente en la cultura, en los topónimos y en la gastronomía, entre otros aspectos. Quizá no tanto por el peso de la tierra, sino por el esmero de Jaime I en borrar sus trazas. Exceptuando este caso, un atento paseo por Valencia y alrededores permite adentrarnos en trazados romanos, en construcciones visigóticas, en baños y bodegas medievales, en pequeños comercios y grandes depósitos de la Edad Moderna, o mucho más recientes, en refugios de la Guerra Civil.

Qué mejor manera que empezar por el principio. Muchos sabrán que Valencia fue fundada el 138 a.C., y que su kilómetro cero se ubicó en la actual plaza de la Almoina, aunque una destructiva guerra civil pocas décadas después de la fundación la sumió en el abandono. Fue en el inicio de la era cristiana cuando Valencia se reconstruye y empieza a crecer. Ese núcleo urbano consolidado, para ser exacto sus cimientos, pueden admirarse en el Centro Arqueológico de la Almoina, cuya excelencia contrasta con el escaso eco que goza. Sin duda es uno de los mejores centros arqueológicos de Europa, donde además del trazado urbano podemos admirar restos de un santuario de Asclepios, un 'horreum' (almacén de productos alimenticios) y unas termas. Resulta sencillo dejarse llevar por la imaginación e integrarse en la Valentia todavía pagana, cuando las carreras de carros eran uno de los deportes más populares. Aquellas competiciones inmortalizadas por Charlton Heston se realizaban en nuestra ciudad en el circo, la construcción más grandiosa de Valencia y de la que todavía se conservan algunos vestigios. El más notable está debajo del patio de San Juan del Hospital, allí, bajo una humilde trampilla, se esconde una escalerilla pétrea que lleva a la espina del circo, la columna vertebral que articulaba las carreras. Algunos restaurantes de la zona ostentan otros fragmentos de esa estructura. Por si fuera poco, recientemente han salido a la luz nuevos restos de aquella época. Se encuentran en el recorrido subterráneo del Museo de la Catedral.

Viajamos en el tiempo y llegamos al siglo VI. El imperio romano había pasado a la historia por diversas causas, una de ellas, por el empuje migratorio de los pueblos godos procedentes de Escandinavia y de Europa del Este. De la Valencia visigótica se conserva socavada la llamada Cripta Arqueológica de la Cárcel de San Vicente mártir, que en realidad corresponde a una capilla funeraria erigida en el siglo VI, probablemente conectada con la antigua Catedral de Valencia. Está en la Plaza del Arzobispo, y fue levantada por un obispo con el fin de construir su eterna morada. Flanqueada por dos líneas de canceles de hermosa factura se halla la tumba del prelado. A principios del siglo XI el espacio fue sepultado con tierra y escombros. Ha permanecido sepultado durante casi diez siglos. De aquella época se mantienen otros restos en el Centro Arquelógico de la Almoina donde podemos rastrear los escasos recuerdos todavía vivos de la etapa musulmana. Mayores dudas históricas suscitan las celebérrimas cárceles de San Vicente y de San Valero.

Meses atrás dimos cuenta del 'celler' ubicado en la calle Baja del barrio del Carmen, parece que del siglo XIII, levantado tras la reconquista cristiana, y donde pueden degustarse unos vinos contemplando bajo los pies un espacio con funcionalidad similar ocho centurias atrás. Esta semana conocíamos otra bodega, esta del siglo XV o XVI, bajo el pavimento de la antigua fábrica de Bombas Gens.

Los diversos estratos que se han ido superponiendo conforman el libro de nuestra historia, cuya última página es el suelo que pisamos. Con un mínimo interés, no es difícil leer algunas páginas previas.

En pleno corazón comercial de la capital merece la pena detenerse en 'les Covetes de Sant Joan'. Fueron excavadas entre 1700 y 1702 bajo el mirador de la fachada barroca de la iglesia de los Santos Juanes, frente a la Lonja. En principio se trataba de pequeños establecimientos comerciales cuyos beneficios repercutían en la parroquia. Aunque son tradicionalmente conocidas porque confirieron el núcleo de las chatarrerías y las tiendas de viejo, fueron también punto neurálgico de las transacciones comerciales artísticas. No deja de ser llamativo que estas cuevas de enorme tradición histórico-artística, afrontadas frente al acceso principal de uno de los emblemas de la ciudad estén en pleno abandono. Por cierto, la misma Lonja presenta unos sótanos abovedados que sirvieron de almacén con una comunicación externa que facilitaba el transporte de la mercancía sin tener que recorrer todo el edificio. También excavada en el suelo se presenta la actual sede del Museo de Historia de Valencia, conformado en el antiguo y primer depósito de aguas de Valencia. Construido a mediados del siglo XIX, es una de las referencias de la arquitectura industrial valenciana que fue diseñada por los arquitectos Ildefons Cerdà y Leodegario Marchessaux a partir de un diseño original de Calixto Santa Cruz. Es una estructura de 2600 metros cuadrados cubierta primitivamente con bóvedas de ladrillo que distribuían su carga en 250 pilares. El progresivo desuso de la instalación provocó su estado casi terminal hasta que en la década de los 90 del pasado siglo se procedió a su restauración para la nueva utilidad.

Existen otras construcciones bajo el suelo que no precisan que nos remontemos tan atrás en el tiempo. Un buen ejemplo son los refugios de la Guerra Civil. Según un informe elaborado por el arquitecto y ex decano del Colegio Territorial de Arquitectos, Francisco Taberner, se calcula que existen cerca de 250 refugios antiaéreos de esta época en Valencia, muchos de ellos hipogeos. Algunos son muy conocidos. El del patio del Ayuntamiento de Valencia o el del colegio Luis Vives sirven de ejemplo. Otros son de reciente descubrimiento. En el 2007, durante la excavación de la mítica línea T2 del metro de Valencia se halló un búnker en la Gran Vía Germanías, entre las calles Sueca y Cádiz. Cuatro años más tarde salía a la luz un nuevo refugio situado entre Jorge Juan y Conde Salvatierra. En cada uno de ellos podían protegerse hasta 500 personas.

Lo más fascinante de la Valencia subterránea es la oportunidad de introducirnos en otros mundos de nuestra ciudad que conciernen a una memoria común. Nuestro espacio actual, si ningún botón rojo lo impide, formará parte de esa memoria. Probablemente, alguien escribirá sobre ello. Apostaría a que a ese futuro redactor, además de la pasión por su ciudad, le inquietará un asunto que a buena parte de la humanidad le ha quitado el sueño: que la tierra le sea leve.