martes, 31 de julio de 2018

National Geographic:Tesoro de Hoxne: el mayor botín de la Britania romana


"Eric encuentra un botín de 10 millones de libras. ¡Impresionante!". Tal era el titular del diario británico The Sun el 19 de noviembre de 1992, la primera vez en su historia que una noticia arqueológica ocupaba la portada. La ocasión lo merecía. Acababa de filtrarse a la prensa el descubrimiento, en Hoxne, en el condado de Suffolk, del mayor tesoro de objetos de oro y plata jamás hallado en el Imperio romano. En la fotografía del diario, el descubridor, Eric Lawes, un vecino del pueblo descrito como un "cazador de tesoros", aparecía ufano junto a su detector de metales.

Todo había sucedido tres días antes. El 16 de noviembre, Eric Lawes buscaba con su detector de metales el martillo que su amigo Peter Whatling había perdido mientras trabajaba cuando el aparato empezó a emitir señales que indicaban la presencia de objetos metálicos. No se trataba del martillo, sino de un conjunto de cadenas de oro, monedas y cucharas de plata. En total, llenó dos bolsas de plástico, pese a lo cual el detector, por su parte, seguía indicando la existencia de más objetos en el subsuelo. Tras hacérselo saber a su amigo Whatling, ambos decidieron notificar el hallazgo a las autoridades del condado de Suffolk, propietario del terreno.

Para evitar el expolio por parte de coleccionistas de antigüedades y aficionados, los responsables arqueológicos del condado decidieron realizar en secreto una excavación arqueológica de urgencia. Lo que no podían imaginar era la dimensión de lo que estaban a punto de descubrir. A escasos centímetros de la superficie se encontraron diversos bloques de objetos metálicos ordenados, perfectamente conservados; incluso algunos de ellos tenían aún restos de la tela que los envolvía.
Un hallazgo mediático

La zona se barrió con más detectores para asegurar que se recuperaba todo. En ese día, y en algunas puntuales revisiones posteriores del terreno, se recuperaron un total de 15.234 monedas de oro y plata, datadas entre los siglos IV y V, así como unos 150 objetos de ese mismo período, entre vajilla de mesa y joyería. También se recuperó el martillo que Whatling había perdido. Todo el material –incluido el martillo– fue llevado inmediatamente al Museo Británico para ser sometido a un meticuloso estudio.

Los intentos de mantener la excavación en secreto hasta investigar completamente el yacimiento resultaron fallidos. Apenas 72 horas después, The Sun se hizo eco del descubrimiento. Un día después, el 20 de noviembre, el Museo Británico convocó una rueda de prensa urgente y anunció oficialmente lo poco que se sabía sobre el hallazgo.

Al cabo de un año se anunció que, de acuerdo con la ley británica, el tesoro no podía ser reclamado por los dueños del terreno debido a su antigüedad. En cambio, los descubridores recibirían un pago en metálico por el valor del hallazgo, que se fijó en 1,75 millones de libras por el Comite de Valoración de Hallazgos de Tesoros. Eric Lawes no dudó en compartir equitativamente esta cantidad con su amigo Whatling.
Guardado en un arca

Desde el principio se reconoció el honesto comportamiento de Lawes y Whatling, que permitió llevar a cabo una meticulosa excavación, aunque fuera de urgencia. Los arqueólogos pudieron así determinar que los objetos del tesoro habían sido colocados rectilíneamente. Esto, más la presencia de clavos y refuerzos de cajas, llevó a los investigadores a concluir que los objetos fueron depositados a propósito en diferentes contenedores que, a su vez, se colocaron dentro de un arca de roble de unos 60 centímetros de largo por 40 de ancho y 30 de alto, decorada con incrustaciones de hueso y cerrada con candados de plata.

Probablemente, se depositaron en primer lugar los enseres personales y la vajilla de mesa; tras ello, las monedas de oro, seguramente en una bolsa hoy desaparecida; por último, las monedas de plata se colocaron aleatoriamente sobre el arca, rellenando el hueco que aún quedaba libre en su interior. Además, los arqueólogos encontraron evidencias de un agujero en el suelo, que se cree pudo contener un poste, a modo de señal, bajo el cual el dueño de las pertenencias las habría enterrado.

La información proporcionada por las monedas permitió a los investigadores situar la ocultación del tesoro a comienzos del siglo V, probablemente al final de la primera década. Las más antiguas datan de época de Constantino II (337-340), mientras que las más modernas son del reinado de Constantino III (407-411).
En total se recuperaron cinco tipos de monedas: 579 sólidos de oro, 60 miliarenses de plata, 2 siliquas completas de plata, 5 medias siliquas de plata, 24 bronces y, 14.565 siliquas reducidas de plata. Estas 15.235 monedas se habrían acuñado en catorce lugares diferentes de las actuales Italia, Francia, Croacia, Serbia, Grecia y Turquía. Entre ellas, también había imitaciones de la moneda oficial en circulación.
Joyas y vajillas

Dentro del arca había también más de 150 objetos de uso cotidiano y personal, meticulosamente ordenados, envueltos en tela y metidos en diversas cajas. Las joyas, de las que se recuperaron 29 piezas entre cadenas, brazaletes, anillos y collares, eran de excelente calidad. Entre ellas destacaba un conjunto de cadenas de adorno corporal femenino, cuyo único paralelo es un ejemplar más tardío proveniente de Egipto. Entre los brazaletes, decorados con escenas de caza típicas del período, destaca uno con la inscripción Utere Felix Domina Iuliane, "Que lo disfrutes, señora Juliana", tal vez un regalo de un miembro de su familia, o de alguien inferior.

Oculto 1.500 años

El resto de objetos estaban fabricados en plata y comprendían diversos ejemplares de vajilla de mesa: 19 cucharones y 118 cucharas de diferentes tipos, cuatro escurridores y embudos, y seis vasos y cuencos. La colección también contenía el asa de una bandeja en forma de tigresa, que había sido arrancada antes de la ocultación del tesoro, y diferentes utensilios de aseo personal como palillos de dientes y bastoncillos de oídos. Por su calidad destacaban cuatro pimenteros. El más exquisito representa el busto de una emperatriz, del siglo IV a juzgar por el peinado, que algunos estudiosos han identificado con Helena, la madre de Constantino, por su relación con el cristianismo. Los otros tres representan a los héroes Hércules y Anteo, una cabra y un perro atacando una liebre.

En el tesoro aparecieron un total de 52 inscripciones, entre ellas algunas que evidenciaban las creencias cristianas de sus dueños: un crismón (monograma de Cristo) decoraba una de las cadenas de oro, mientras que muchas cucharas presentaban otro tipo de crismón, formado a partir de una cruz. Entre los 22 nombres personales, relacionados con los dueños de los objetos o miembros de la familia propietaria, el que más se repetía –unas diez veces– era el de Aurelio Ursicino.

Lo más curioso del descubrimiento es su carácter aislado. No se han encontrado restos de asentamientos rurales o de otro tipo en un radio de tres kilómetros a la redonda. Los puntos más cercanos son Scole (a 3,2 kilómetros) y Stoke Ash (a 8 kilómetros), que están comunicados por una calzada romana hoy conocida como Pye Road.
Los estudiosos consideran que en el primero de ellos se puede localizar la llamada Villa Faustini, mencionada en el Itinerario de Antonino, un documento del siglo III en el que se recopilan las rutas del Imperio romano.

Aun así, cabe señalar que en la propia Hoxne se halló en 1732 una moneda de oro de similar cronología. A unos tres kilómetros al sudoeste de Hoxne, cerca del río Dove in Eye, en 1781 unos obreros hallaron una caja de plomo con 650 monedas de oro de entre los siglos IV y V; las similitudes con el tesoro de Hoxne han llevado a algunos investigadores a pensar que ambas cajas pertenecieron al mismo conjunto antes de ser enterradas.

n Britania se conocen más de 95 depósitos parecidos al de Hoxne. La mayoría se remontan al mismo período final del Imperio romano, cuando la ocupación romana de Britania tocaba a su fin. Por ello, se ha supuesto que un tesoro como el de Hoxne perteneció a una familia acomodada que decidió esconder temporalmente sus pertenencias y que, por las circunstancias que fueran, abandonó luego la zona.

Algunos investigadores relacionan este tipo de tesoros con determinadas tradiciones del mundo romano. Se trataría, en este caso, de un depósito votivo o de algún proceso de intercambio de bienes.

Comoquiera que sea, se puede afirmar que el lugar escogido para dejar el tesoro respondió a un propósito: esconderlo. Y así permaneció, inalterado, durante casi 1.500 años, hasta que una casualidad cambió el curso de la historia. Sus descubridores perdieron un martillo y encontraron un tesoro que, hoy en día, es uno de los más aclamados de Inglaterra y una de las joyas del Museo Británico.