sábado, 2 de febrero de 2019

National Geographic:Los barcos de Marsala, vestigio del poder de Cartago


En 1969, el capitán Diego Boninni se encontraba dragando arena para la fabricación de vidrio en Punta Scario, cerca de Marsala, en la costa oriental de Sicilia, cuando rescató del mar unas maderas empapadas, de aspecto vetusto. Después de que Boninni informara a las autoridades, la consiguiente inspección arqueológica confirmó que se trataba de un navío naufragado en la Antigüedad. Pero ¿en qué época exactamente? ¿Y de qué tipo de barco se trataba?

Un año después, en 1970, la británica Honor Frost, pionera de la arqueología subacuática, fue nombrada responsable de llevar a cabo el estudio arqueológico de los restos. Los resultados de las excavaciones llegaron en 1971, un año después de comenzar el proyecto. Cerca de la costa, a entre dos y cuatro metros de profundidad, empezaron a aparecer algunos restos de madera de la nave. Las particulares características del fondo del mar preservaron los materiales orgánicos. La madera de pino aún conservaba su forma y su característico color amarillo. Los restos del barco descubiertos por los arqueólogos correspondían a la popa, algunas cuadernas (las "costillas" de un barco) y parte de la quilla, y evidenciaban un sistema constructivo típicamente fenicio: las maderas del casco estaban ensambladas entre sí mediante unas hendiduras (mortaja) con una pequeña pieza de madera (lengüeta). El casco y la quilla se fabricaban primero y luego se añadían las cuadernas para reforzar la estructura. Asimismo, en algunos elementos de unión aparecieron caracteres fenicios pintados.

Dos barcos gemelos
Los arqueólogos hallaron también gran cantidad de piedras de lastre sobre una base protectora del maderamen, compuesta por plantas y ramas, aún verdes debido a la excelente conservación de la clorofila. Esto permitió a Frost deducir que el barco no llevaba carga y que necesitaba ese peso extra para navegar con seguridad, algo muy poco probable para un barco comercial. Los restos del Marsala I –como se denominó el pecio– debían corresponder, por tanto, a un navío de guerra, el primero de la Antigüedad documentado arqueológicamente.

El yacimiento aportó información valiosísima sobre la vida de los tripulantes. Los restos de comida que se hallaron (básicamente huesos de buey, cabra, oveja y cerdo) mostraban que la dieta de la tripulación había sido muy alta en proteínas, adecuada para marineros que debían hacer grandes esfuerzos físicos. Esta dieta se complementaba con el vino que contenían las ánforas y con algunos frutos. Pero lo más sorprendente fue el hallazgo de cannabis. Frost interpretó que esta sustancia permitiría aliviar los sobreesfuerzos de la tripulación, o incluso serviría para vencer el miedo en medio de una batalla.

También aparecieron fragmentos de una vértebra, un fémur y un radio humanos, probablemente pertenecientes a algún miembro de la tripulación, además de los huesos de un perro, que tal vez fuera la mascota de a bordo.

En 1973, a tan sólo 40 metros de los restos del Marsala I, apareció un segundo pecio con enormes similitudes constructivas y las mismas letras fenicias pintadas. Conservaba la mitad de la proa intacta, justo lo que faltaba en el primer barco que se halló. Aún más afortunado fue encontrar los restos de un espolón de madera. Ahora, el equipo de Honor Frost ya no tenía ninguna duda: ambos eran barcos de guerra, muy probablemente un tipo de galera conocido como liburna.

El secreto del espolón
En la Antigüedad, el espolón era un elemento fundamental en los combates navales. Habitualmente se embestía con él a la embarcación enemiga con la máxima potencia, con el objetivo de que el espolón penetrase en su costado para hundirla o bien para inutilizarla. Otra opción era arrasar la hilada de remos de un costado. Sin embargo, las fuentes escritas antiguas no especifican cómo se construyeron estos elementos ofensivos. Se creía que los espolones eran prolongaciones de la quilla y que, por tanto, toda la estructura del barco atacante absorbía la fuerza del impacto. Con los datos proporcionados por el Marsala II, el equipo de Frost pudo observar que el espolón en realidad no formaba parte de la quilla, sino que estaba jado a la proa con clavos de hierro. Esta solución era mucho más efectiva, ya que el diseño le permitía separarse del resto de la estructura del barco para no hundirse junto con la nave enemiga.

Tras cuatro años de intervenciones, los arqueólogos Honor Frost y Lucien Basch determinaron que los pecios eran galeras púnicas. Calcularon que su eslora o longitud sería de 35 metros y la manga o anchura, de unos 4,80 metros. Las fuentes antiguas destacaban la celeridad con que se podían construir estas naves. Frost y sus colaboradores descubrieron el porqué: los elementos de madera de los barcos tenían unas letras pintadas que indicaban que habían sido diseñados y construidos de forma estandarizada y en cadena.

Víctimas de la guerra
Otra incógnita concernía al sistema de propulsión. Debido a que no se pudo documentar la existencia de un mástil para las velas, se pensó que eran barcos de remos. Concretamente, habría 17 remos en cada costado del navío, movidos por un total de 68 remeros. Como este modo de propulsión no permite la navegación en mar abierto, se pensó que los barcos cumplían una función de vigilancia costera.

Los resultados de las pruebas con carbono 14, complementados con el estudio de las cerámicas a bordo, permitieron datar los barcos en torno a mediados del siglo III a.C. Con estos datos, Honor Frost se aventuró a vincular los pecios con una de las batallas navales más decisivas de la Antigüedad: la que tuvo lugar el 10 de marzo de 241 a.C. en las islas Égadas, un pequeño archipiélago frente a la costa de Sicilia, entre Trapani y Marsala. El combate puso fin a la primera guerra púnica (264-241 a.C.), en la que Cartago, hasta entonces clara dominadora de los mares, se vio derrotada en su propio terreno por Roma, una potencia terriblemente efectiva y expansiva.
Actualmente, después de la extracción de la nave y de un accidentado proceso de conservación, es posible admirar una de estas imponentes naves de guerra, el Marsala I, en el Museo Arqueológico Regional Lilibeo de Marsala, en Sicilia.