jueves, 1 de noviembre de 2018

ABC:La verdad histórica tras Halloween: una sangrienta fiesta con matanzas prohibida por las legiones romanas


Hoy en día, la noche del 31 de octubre es sinónimo de alegría y diversión para los más pequeños. Sin embargo, el actual Halloween que nos ha llegado de Estados Unidos poco o nada tiene que ver con la fiesta de la que bebe.

Y es que, la misma celebración que hoy lleva a miles de niños a disfrazarse y pedir caramelos puerta a puerta tiene su origen en el Samhain o Samagín, una tradición celta en la que los hechiceros de la antigua Britania (los míticos druidas, tan famosos gracias a la gran pantalla) danzaban alrededor de una fogata con el objetivo de ahuyentar a los malos espíritus y protagonizaban tristes sacrificios humanos para convertirse en una suerte de oráculos.

A pesar de que la finalidad de aquella fiesta era pedir a los dioses que ayudaran a las almas de los fallecidos, las tradiciones que incluía eran tan bárbaras que aquel primitivo Halloween fue prohibido por las legiones romanas cuando estas se asentaron en las islas de forma definitiva, tras las primeras intentonas del mismo Julio César (en el 55 a.C.).

Para ser más concretos, las legiones iniciaron su particular cruzada contra esta fiesta a partir del siglo I d.C., con el emperador Claudio. No obstante, a día de hoy las raíces de la jornada se han difuminado con el paso de los siglos. Y no es para menos, pues sigue siendo un misterio el momento exacto en el que se empezó celebrar.

De hecho, lo que se sabe es que aquel Halloween primigenio tenía como protagonistas a los druidas britanos, los sacerdotes celtas. «El pueblo céltico vivió en el norte de Francia y las islas británicas. Practicaba las artes ocultas y adoraba a la naturaleza, a la que atribuía cualidades animísticas o sobrenaturales», explican los autores John Ankerberg y John Weldon en su libro «Facts on Halloween».

El historiador Henri Hubert, por su parte, afirma en su obra «Los celtas y la civilización céltica» que los miembros de esta civilización se mantenían unidos, precisamente, gracias a estos hechiceros, pues se encargaban de conservar las tradiciones.


Invierno y verano

Como pueblo que basaba una buena parte de su existencia en la naturaleza, los celtas daban gran importancia a los ciclos estacionales. Para ellos, el año se dividía en dos grandes épocas: el invierno y el verano. La primera relacionada íntimamente con la muerte y la segunda con la vida. Para conmemorar el paso de una a otra, celebraban dos fiestas en honor a los respectivos dioses a los que asociaban cada una de ellas. «Los celtas adoraban al dios sol (Belenus) especialmente en Beltane, el primero de mayo. Y adoraban a otro dios, Samagín, el dios de la muerte o de los muertos, el 31 de octubre», determinan los autores en su obra.

El origen del actual Halloween se encuentra, como cabía esperar, en la segunda fiesta, la que se organizaba en honor de la deidad de la muerte. Sin embargo, a día de hoy existe cierta controversia sobre cómo se celebraba el festival de Samagín. La mayor parte de los expertos son partidarios de que el jolgorio se alargaba tres días con sus respectivas noches y que en él se conmemoraba la llegada de la estación de la muerte. «En ella, los campos y los seres vivos dormían a la espera de la próxima primavera», explica la doctora en historia Margarita Barrera Cañellas en su tesis «Halloween, su proyección en la sociedad estadounidense».

La fiesta, que hoy daría la impresión de ser menor, era en realidad una de las más destacadas del año. No en vano los propios druidas consideraban a su civilización y al pueblo britano descendientes del dios de la muerte. Con todo, también podemos encontrar autores partidarios de que Samagín era únicamente el nombre que se le dio a la festividad, y no el de ninguna deidad. «De los 400 nombres de dioses celtas conocidos, el que más se menciona es el de Belenus. Samagín, que es nombre específico del señor de la muerte, es incierto. No obstante, es posible que fuera la principal deidad druídica», explican Ankerberg y Weldon.
Halloween y el 31 de octubre

Más allá de las diferencias sobre sus orígenes, en la prácticas los druidas afirmaban que, en la noche del 31 de octubre (hoy en día Halloween), Samagín convocaba a los muertos para que pasasen «al otro lado». Es decir, para que abandonaran el mundo de los fallecidos y arribaran al de los vivos para encontrarse con sus familiares y amigos. El problema estos espíritus podían llegar al «más acá» de dos formas diferentes atendiendo a si habían sido «buenos» o «malos» durante los últimos meses.

Si el dios consideraba que no habían cumplido con sus deberes, hacía que se reencarnasen en animales tras el ocaso. Por el contrario, aquellos que habían obrado acorde a lo que quería la deidad eran libres de visitar a sus familiares con su forma humana y pasar unas horas en sus antiguos hogares antes de regresar de nuevo al limbo y perderse en el abismo hasta el año siguiente.

Además, la noche del 31 era considerada especialmente esotérica por los druidas. «Creían que el velo existente entre el presente, el pasado y el futuro caía, siendo esta la razón de que se considerase como el momento más propicio para todas las clases de artes mágicas y, en especial, las adivinatorias y de predicción sobre el nuevo año», completa la experta en su tesis. Era, en definitiva, una jornada mágica en el sentido más literal de la palabra en la que el miedo a los muertos se mezclaba con la esperanza de recordar a un familiar que hubiese dejado este mundo.


Rituales

Pero lo más llamativo durante las celebraciones de aquel primitivo Halloween eran los rituales que practicaban los celtas. Uno de los más básicos era apagar todos los fuegos que hubiese encendidos en las casas. Esta medida se llevaba a cabo con dos objetivos diferentes. El primero era evitar que los espíritus errantes (los malvados) entrasen en las viviendas. Y es que, según aquel pueblo, hasta los fantasmas odiaban permanecer en una fría estancia en su únioca noche sobre la tierra.

El segundo, por su parte, era simbolizar la llegada de la estación más «muerta» y oscura del año. De esta forma, los pueblos celtas se quedaban totalmente a oscuras y solo eran iluminados por una cosa: las hogueras que los druidas encendían en las colinas. Gigantescas piras que rezumaban magia y crueldad.

«Los druidas o clase sacerdotal celta encendían nuevos fuegos centrales en las colinas como símbolo del renacimiento de la naturaleza y de la vida durante la noche de Samhain. En estos nuevos fuegos se quemaban principalmente ramas de roble, árbol sagrado para los celtas, y ofrendas de frutos, animales e incluso seres humanos. Al día siguiente en las cenizas y restos de huesos calcinados los druidas leían el futuro de la comunidad en el nuevo año que comenzaba», completa la doctora en historia en su obra.

Estas fogatas eran encendidas con todo tipo de objetos que los jóvenes reunían en los días previos a la celebración. ¿Cómo lo hacían? Mediante una tradición que se mantiene en la actualidad: pidiendo materiales de casa en casa para la gran hoguera.

Los fuegos eran un elemento central de la celebración, pues se creía que con ellos se lograba espantar a los espíritus malignos que, enfadados por haber sido castigados por el dios de la muerte, se dedicaban a hacer tretas a los vivos. «La gente se ponía grotescas máscaras y danzaba alrededor de la gran fogata pretendiendo que eran perseguidos por los malos espíritus», completan los autores ingleses.

Con todo, las gigantescas fogatas y las máscaras no era lo único que primaba durante esta festividad. Además de todo ello, esta fiesta era considerada un momento propicio para pedir por los espíritus de los fallecidos y para practicar la magia y las artes adivinatorias. Esta última praxis era realizada por los druidas, quienes consideraban que podían averiguar el futuro usando vegetales... o sacrificando seres humanos a los dioses. Una barbaridad que, a día de hoy, ha caído en el olvido durante la noche de Halloween.


Prohibición

La barbarie de Samagín continuó hasta el siglo I d. C., cuando los romanos llegaron hasta Britania de manos de Claudio y sus legiones Augusta, Hispana, Gemina y Valeria Victrix. Después de pisar tierras isleñas, estos «civilizaron» la festividad erradicando los sacrificios humanos. En su lugar, sustituyeron a los condenados por efigies. Posteriormente, y en un intento de romanizar todavía más la celebración, la cambiaron por el festival de Pomona (en honor de la diosa de las manzanas y el otoño). La fiesta aceptada, pero el pueblo jamás olvidó sus creencias.

Con el paso de los años, y usando como vía de entrada la civilización romana, la Iglesia Católica trató de dar una vuelta de tuerca más al festival para acabar definitivamente con las creencias celtas. Así fue como, en el año 610, el Papa Bonifacio IV instauró la fiesta de los «Mártires Cristianos» el 13 de mayo.

«Esta medida no tuvo mucho éxito, por lo que en el siglo VIII d.C. el Papa Gregorio III, implantó la fiesta de los Mártires Cristianos el día 1 de Noviembre, haciéndola coincidir de esta forma con la fecha de la celebración de Samhain, y más adelante, el Papa Gregorio IV amplió esta celebración a todos los santos del panteón cristiano», añade la experta. En esos años fue cuando se cambió el nombre del festival a «All Hallow's Eve», término que derivaría posteriormente en el actual Halloween.