domingo, 17 de enero de 2016

La 'mayonesa' del Imperio


Los vecinos oteaban el horizonte. Buscaban las velas que indicaran que el viaje había transcurrido con normalidad, que las tormentas no habían empujado al barco contra unas inmisericordes piedras o que algún pirata se hubiera detenido con demasiado interés por la embarcación. Pero el velamen nunca apareció. El barco se hundió cerca de lo que es ahora Alasia, una ciudad italiana a unos 80 kilómetros de la frontera francesa y que ahora es conocida por su oferta estival y de balnearios. Desapareció hace dos mil años con su apreciada carga. Ánforas llenas de garo, la salsa que a los romanos les volvía locos. Algo parecido a la mayonesa o al ketchup actual.

Los romanos, sobre todo los de clase alta, no fueron los primeros en utilizar esta salsa. Los griegos y los bizantinos ya disfrutaban de ese condimento a base de vísceras de pescado, vino, pimienta o agua –también se echaba en algunos casos aceite–; los romanos, como con muchas otras costumbres que adoptaron como propias, se quedaron con la salsa para sus manjares. Condimento, similar en sus funciones a la soja, que fabricaban en Lusitania y toda la costa entre Gadir y Malaca, entre las actuales Cádiz y Málaga. De esa zona provenía el cargamento del barco, según los expertos.

Y lo que más ha sorprendido a los científicos de la Superintendencia Arqueológica de la Liguria, que encontraron el lugar del naufragio gracias a un pescador local que ofreció la información hace ya dos años, es que transportara tanta de la preciada salsa. Las vasijas que las contenían son ahora lugar de juegos y de refugio para centenares de peces.

Los investigadores encontraron el pecio, que tiene entre 27 y 30 metros de longitud, gracias a un vehículo subacuático que descendió hasta los 200 metros para iluminar el hallazgo. «Localizar e investigar al tal profundidad ha sido un logro muy importante», apuntó Simon Luca Trigona, uno de los responsables de la investigación. Los científicos no han podido subir todavía una de las ánforas enteras para estudiar en profundidad el contenido, pero afirmaron con rotundidad que son vasijas para llevar garo o garum porque son exactamente iguales que unas encontradas en Roma que se usaban exclusivamente para este producto.

De esta manera, la teoría que mantienen los investigadores es que el garo llegó de la Bética en un barco más grande a Roma por la ruta de Baleares y Córcega. Allí se cargó en este barco, ‘Alassio 1’, que recorrió tranquilamente la costa italiana hasta que fue hundido o acabó en el fondo del mar por una tormenta con su preciada salsa de garum en las bodegas.