jueves, 22 de junio de 2017
ABC:¿Por qué se escondieron las momias reales en ese valle hoy olvidado de Luxor?
A José Ramón Pérez-Accino le brillan los ojos cuando habla de la expedición arqueológica que le llevará el próximo octubre al Valle de las Momias Reales, en Luxor. En este olvidado paraje de la necrópolis tebana se encontró en 1881 una tumba escondida con unas 40 momias de faraones de las dinastías XVIII y XIX tan conocidos como Amenhotep, Amenofis II, Tutmosis II, Tutmosis III, Tutmosis IV, Seti I o Ramsés II. Aquel fue uno de los grandes hitos en la historia de la egiptología, junto al descubrimiento de la tumba de Tutankamón en el vecino Valle de los Reyes. Siempre se ha creído que las momias fueron ocultadas en este pequeño valle durante la dinastía XXI para protegerlas, pero el egiptólogo de la Universidad Complutense está convencido de que este escondite no fue elegido al azar.
«Una foto que me enseñó un amigo hace unos años levantó mis sospechas, pero no te la puedo enseñar, lo siento», dice excusándose en la cautela y rigurosidad que requiere el proyecto. Con cierto halo de misterio, explica que en esta imagen del valle, apreció «algo» en las paredes de una de las laderas que quiso comprobar por sí mismo. En diciembre de 2014, aprovechó un viaje con alumnos de la universidad para acercarse al lugar a echar un vistazo. «Me presenté allí y de primeras no me pareció nada espectacular», admite antes de señalar que si fuera algo evidente, alguien lo habría visto antes. El valle, aunque apartado, está enclavado en una zona repleta de tumbas y de trabajos arqueológicos. Las equipos que dirigen Myriam Seco o José Manuel Galán, por citar solo a algunos egiptólogos españoles, no están lejos de este lugar en la orilla oeste del Nilo.
De este viaje, Pérez-Accino regresó con unas 300 fotografías del lugar que examinó con atención en Madrid junto a su equipo. Sus primeras sospechas se confirmaban. «Nos ha parecido ver marcas en las paredes del "wadi" (valle) que implicarían que ha habido más actividad humana. Aquí hay más de lo que se ha descrito y, como nunca se ha explorado, es más que probable que encontremos algo», subraya.
Vaciado exprés
El hallazgo del escondite de las momias reales fue de película, literalmente. «La momia» (1969), dirigida por Shadi Abdel Salam, está basada en aquella increíble sucesión de acontecimientos. Unos ladrones, los hermanos Abd el Rasul, descubrieron la tumba tras la caída de una cabra por el pozo que servía de acceso. Durante diez años la fueron saqueando en secreto, pero la aparición en el mercado negro de piezas que no se sabía de dónde salían, de faraones de los que no había noticias, hicieron saltar la alarma del entonces incipiente Servicio de Antigüedades egipcio. Los hermanos Abd el Rasul fueron detenidos y tras ser «enérgicamente» interrogados, terminaron revelando el emplazamiento de la llamada tumba TT320 en la que se encontraron unos 40 enterramientos.
«Tenían tanto miedo a los ladrones de momias que la vaciaron en una noche», relata Pérez-Accino. Las momias se salvaron y afortunadamente hoy se conservan en el Museo de El Cairo, pero en aquel precipitado vaciado no se documentó debidamente el lugar. «Nadie tomó notas de cómo estaban, en ese sentido fue una tragedia para la egiptología», se lamenta el profesor de la Complutense.
La tumba se ha vuelto a reestudiar hace apenas diez años por un equipo germano-ruso y en los años 70 otra misión franco-egipcia estudió las inscripciones de las paredes del wadi, pero salvando estos trabajos y unos sondeos arqueológicos realizados bajo la dirección de H. E. Winlock en 1919, nadie ha puesto sus ojos allí. Nunca ha sido explorado como valle y para Pérez-Accino, «hay todavía mucha información» aún por descubrir en el Valle de las Momias Reales.
¿Qué ocurrió? ¿Por qué pusieron allí las momias? Al egiptólogo español la respuesta canónica del escondite no acaba de convencerle porque duda de que en la pequeña comunidad egipcia de la orilla occidental se pudiera mantener en secreto algo así en aquel entonces. Además, el valle se encuentra en el camino que comunicaba dos de las poblaciones importantes de esta orilla del Nilo, Deir el Medina y Deir el Bahari. ¿Eligieron esconderlas en un lugar habitual de paso?
«A lo mejor sí, pero nosotros creemos que hay probablemente más razones, y razones que tienen que ver con el paisaje», indica el egiptólogo español cuya tesis doctoral, presentada hace ya casi 30 años, versó precisamente sobre cómo «las formas del paisaje son significativas para los egipcios». Su hipótesis es que para la tumba de las momias reales se buscó un lugar con una especial significación. «Si podemos descubrir por qué estaban allí, sería un vuelco significativo porque si no es un mero escondite, quiere decir que el paisaje es muy importante y si es así, este un factor con el que no se había contado hasta ahora», subraya el profesor.
El egiptólogo Anthony Donohue defendió en 1992 que el templo de Hatshepsut en Deir el Bahari se encuentra, no por casualidad, bajo una forma rocosa en la montaña que se asemeja a una enorme cobra coronada por el disco solar. «Sus conclusiones fueron muy controvertidas, como lo fue también mi tesis, pero si tenemos éxito estaríamos en condiciones de demostrar que Donohue tenía razón», resalta Pérez-Accino.
Mapeo del valle
Una vez que ya cuentan con el visto bueno del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto para su proyecto, Pérez-Accino viajará en octubre a Luxor junto con el arqueólogo y también profesor de Historia Antigua la Complutense Francisco Moreno Arrastio, la decana de los egiptólogos españoles y conservadora de Egipto y Extremo Oriente del Museo Arqueológico Nacional, Carmen Pérez Die, y la fotógrafa María Belchi. A ellos se sumará en la necrópolis tebana un arqueólogo egipcio, dependiente del Consejo de Antigüedades de Luxor. En esta primera fase, documentarán fotográficamente las «marcas» que creen haber visto y realizarán un mapeo de las paredes del valle.
En esta campaña, que cuenta con financiación de la Fundación Gaselec, participa desde Madrid un amplio equipo de geólogos, documentalistas y estudiantes. Con la información recabada se realizará un modelo digital del terreno y que servirá de base para, si todo se desarrolla según lo previsto, para futuras acciones en el valle.
«Trabajar en un lugar como el Valle de las Momias Reales es un desafío y una responsabilidad, pero estamos confiados en que hemos hecho una buena apuesta», afirma Pérez-Accino, ilusionado con este proyecto, el primero liderado por profesores de la Universidad Complutense desde los años 60, desde que el catedrático Martín Almagro dirigió una expedición al sur de la presa de Assuan, en la campaña de salvamento de Nubia. «La campaña de salvamento de Asuán, parte de la colección del Museo Arqueológico Nacional (MAN), el yacimiento de Heracleópolis Magna y el templo de Debod, todo parte de Martín Almagro, que fue catedrático de esta Universidad, pionera en las campañas en Egipto y que, sin embargo, en los últimos años ha tenido poca presencia allí (no así en Sudán)», recuerda el egiptólogo que con este proyecto se siente «heredero del legado de Martín Almagro».