domingo, 21 de mayo de 2017
ABC:El corazón momificado del visir Ipi
El visir Ipi, un importante funcionario y alcalde de Tebas, capital del Antiguo Egipto, merecía el mejor enterramiento. Su tumba fue excavada en la roca en una posición privilegiada, en la necrópolis de Deir el Bahari, frente al ahora casi destruido templo del faraón Mentuhotep II de la dinastía XI. Su cuerpo fue tratado con deferencia, y su momificación no reparó en gastos: un equipo español ha descubierto varias docenas de ánforas y paños utilizados en su embalsamamiento, en lo que se trata de «la mayor colección de material de momificación» del Reino Medio jamás encontrada, ha señalado a ABC el director de la misión española, Antonio Morales. Un descubrimiento que ayudará a comprender mejor el proceso de momificación décadas antes de que alcanzara su esplendor en el Reino Nuevo.
Las 56 ánforas encontradas, llenas de casi 300 paquetes de material de momificación utilizados en el proceso de embalsamamiento del visir fueron halladas en un pozo de metro y medio de profundidad a pocos metros de la entrada al sepulcro en Deir el Bahari, necrópolis en la orilla oeste de la moderna ciudad de Luxor.
Metros y metros de vendajes de lino impregnados de resinas y aceites, restos biológicos como sangre y coágulos, decenas de bolsas de entre seis y diez centímetros de diámetro empapadas en natrón (la mezcla de sal utilizada para desecar el cadáver) y atadas con vendajes de lino, otros paquetes más pequeños e incluso un órgano humano que según las primeras indagaciones sería un corazón fueron colocados por los sacerdotes en una cámara construida expresamente en un extremo del amplio patio que precede a la TT315, donde también se almacenó la mesa donde descansó su cuerpo durante el proceso. «Como no son "puros", no pueden ir en la cámara del sarcófago, pero al haber sido utilizadas para la momificación de alguien que irá al más allá, tampoco se pueden tirar sin más», explica Morales.
Materiales ingentes
Los materiales hallados en el depósito eran ingentes, cuenta el egiptólogo, y su extracción se demoró durante varias semanas el pasado marzo. El equipo, auspiciado este año por la Universidad de Alcalá de Henares y financiado por las fundaciones Gaselec y Palarq, seguía los pasos del egiptólogo Herbert Winlock (1884 -1950), que en los años 20 dirigió en Deir el Bahari una expedición del Metropolitan Museum of the Art de Nueva York. Sin embargo, el estadounidense pasó por alto la magnitud del descubrimiento desvelado ahora por los españoles: «Sólo se llevó cuatro jarras. Buscaba el valor estético, no el científico», explica Morales.
El egiptólogo y su equipo arañaron la superficie del almacén en la temporada de 2016, aunque no ha sido hasta este año cuando se han conseguido extraer las numerosísimas ánforas. El estudio de los restos requerirá, apuntan desde la misión española, al menos una campaña más. Las largas tiras de lino, empapadas de natrón y sangre, pasarán por el cromatógrafo de gases, espectómetros y otros análisis de identificación de restos. «Es muy interesante para procesar, y somos extremadamente afortunados de tener acceso a todos estos materiales, y estudiarlos en un modo más profesional, gracias a toda esta nueva tecnología que tenemos disponible», señala a este diario la reconocida experta en momificación y profesora de Egiptología en la Universidad Americana de El Cairo Salima Ikram, que colabora en el proyecto. «Es increíble. Lleva tantos años en esto que, por ejemplo, puede probar con la punta de la lengua los paquetes de natrón y saber datos sobre la salinidad, sobre cómo se utilizaron… Una vez ‘probó’ uno bastante grande que encontramos y me dijo ‘¡ay de mí, este se colocó directamente en el estómago!’», bromea Morales.
Ikram se ha mostrado fascinada con el hallazgo: «Es un descubrimiento extremadamente inusual porque está datado en el Reino Medio, uno de los periodos más tempranos en los que se comenzó a momificar», señala Ikram. Con el tiempo, los sacerdotes egipcios encargados de la momificación aprendieron a depuraron el proceso: el embalsamamiento era un arte que alcanzó su culmen en el Reino Nuevo y que se ha convertido en la práctica más reconocida del Antiguo Egipto. Menos se sabe de los técnicas decenas de dinastías antes, en el Reino Medio, cuando la momificación comenzaba a extenderse entre los egipcios de alta cuna.
«Sabemos que la momificación del visir Ipi, que ha dejado tantos materiales de embalsamamiento usados, fue muy fastuosa, ya que se preparó material extra para él.
No todo fue utilizado, pero como se hizo especialmente para él, lo dejaron en el pozo», detalla la investigadora. Según señala Ikram, apenas se tienen datos sobre cómo de extendida estaba la momificación en los primeros años del Reino Medio, cuando Ipi fue embalsamado y Mentuhotep II, noble tebano, se nombró a sí mismo faraón para reconquistar y unificar todo Egipto bajo su mandato en la nueva capital Tebas, por lo que el descubrimiento «ayudará a entender mejor» esos primeros pasos del embalsamamiento de los muertos. Una momificación cuidada podía durar hasta 70 días, mientras el cuerpo era desecado y después envuelto en vendajes. Entre ambas épocas, con unos mil años de diferencia, cambiaron los detalles: la calidad de las momias conservadas es mucho mayor y, por ejemplo, en el reino Medio órganos como el cerebro se dejaban dentro del cuerpo, mientras que en el Nuevo era extraído a través de la nariz. Estómago, intestinos, pulmones e hígado eran colocados en los vasos canopes. «Se supone que el corazón, como hemos visto en otros ejemplos de momificación de la época, se dejaba dentro del cuerpo. El hecho de que en este caso lo extrajeran y lo dejaran con el resto de materiales de momificación puede significar que los encargados del proceso no fueron tan responsables como deberían haber sido», especula Ikram.
Aunque primavera, el proverbial calor egipcio hace sudar las frentes de los arqueólogos del equipo español. Más de 4.000 años no han disminuido un ápice la fuerza del natrón, que pizca y casi hace llorar los ojos de los arqueólogos, pese a los guantes y mascarillas. Pero no todo es sal: en las jarras y vendajes quedan incluso restos de las resinas y aromas utilizados. «Algunos todavía huelen muy bien, es increíble. Todavía puedes, miles de años después, oler los aceites, muy fragantes, como una suerte de incienso».