lunes, 10 de agosto de 2015
Barca, la familia que fundó España
La Primera Guerra Púnica finalizó en torno a 240 antes de Cristo después de veinte años de conflicto entre la República romana y Cartago con la derrota de la segunda potencia, que dominaba el norte de África y las islas del Mediterráneo. Roma obligó a los cartagineses a desalojar Sicilia y Cerdeña y al pago de importantes compensaciones de guerra que dejaron exhaustas las arcas púnicas.
En estas condiciones, el Senado cartaginés aceptó la propuesta de su mejor general, Amílcar, de iniciar una expansión por el extremo occidental del continente Europeo, las tierras de los íberos. Así se forjó el auténtico imperio cartaginés, con una invasión lenta desde el Sur, avanzando Amílcar por ciudades griegas o de sus primos fenicios –los cartagineses eran sus descendientes directos- hasta dominar buena parte de la península y con ella sus hombres y sus minas. El general Amílcar era el líder militar y también el jefe de la familia Barca, que en fenicio significa “El rayo”, y un estratega consumado que fue forjando alianzas en la tierra que muy pronto comenzó a llamar Is-banya, que se podría traducir por “Tierra de Conejos”. Le sorprendió la abundancia de tal roedor en Iberia, muy escasos en el norte africano de donde provenía. El nombre tuvo éxito y los romanos lo adaptaron, llamando al país Hispania…
No fue la única fundación “española” de Amílcar, cuyo yerno, Asdrúbal, tuvo la misión de crear una capital, que denominó Quard-Hadta, es decir “La ciudad nueva” o “Nueva Cartago”, que los romanos llamarían Cartago Nova y hoy es Cartagena, una de las grandes urbes del Imperio durante siglos.
Uno de los hijos de Barca, Magón, se trasladó hasta Mallorca, donde descubrió a los famosos honderos baleares, que incorporó a su ejército y que luego se harían famosos en la campaña italiana de su hermano Aníbal. Allí fundó una ciudad, a la que bautizó como Magón Barca, luego Mahón, que con los años se haría célebre internacionalmente por su salsa.
No acabaría aquí el trabajo constructor de España de Amílcar y su familia, que también habría dado su “apellido” a otra gran ciudad: Barcino, ahora Barcelona.
Los cartagineses ampliaron sus dominios en la Tierra de Conejos, Isbanya, durante veinte años, hasta que se toparon de nuevo con la República Romana en Sagunto, arrasada por Aníbal. El resto es bien conocido. Pero quizá el rastro más sorprendente de la huella permanente de Amílcar Barca, además del propio nombre del país, respetado por los romanos y los pueblos germánicos, que ha perdurado hasta la actualidad, estaría en un pequeño castro en Alcabre, en Vigo. Hace algo más de diez años, en unas excavaciones en el Museo del Mar, se localizaron los restos de unas casas circulares castreñas. Pero la sorpresa llegó cuando en una de ellas se halló un pequeño altar dedicado a la diosa Astarté cartaginesa, la Virgen Isis egipcia y la Virgen Artemisa griega, que luego la iconografía cristiana asimilaría a la Virgen María. Sin duda la prueba de la devoción de un veterano de los ejércitos creados en la tierra de Isbanya por los Barca …