miércoles, 31 de julio de 2019
ABC:«La Pompeya del mar» abre sus puertas en Pisa: así es el más grande museo de naves antiguas del mundo
Pisa, junto a su Torre inclinada, símbolo de la ciudad, cuenta con otra joya extraordinaria. Renace lo que se conoce como la «Pompeya del mar»: el espectacular Museo de las Antiguas Naves de Pisa acaba de abrir para mostrar, en una superficie de 5.000 metros cuadrados, once embarcaciones de época romana, fechadas entre el siglo III a.C. y el VII d.C. Cuatro de ellas impresionan al visitante porque están prácticamente íntegras. Esa extraordinaria flota, junto a unos 8.000 restos arqueológicos, ha desembarcado en el nuevo Museo que hoy es orgullo no solo de Pisa sino de toda Italia.
La historia de este sensacional descubrimiento comenzó en 1998, de forma inesperada y sorprendente. Fuera de los antiguos muros de la ciudad, la compañía de ferrocarriles estaba construyendo un edificio para acoger el personal de los trenes de alta velocidad. Las excavadoras tuvieron que pararse porque a unos tres metros de profundidad comenzaron a aparecer algunas maderas. Eran los restos de antiguas embarcaciones romanas, explicaron enseguida los arqueólogos.
Lo clamoroso es que no había una o dos, sino una entera flota, que permaneció sepultada durante muchos siglos y se encontraba prácticamente intacta: cada nave tenía su propia carga de ánforas, vasijas, diversas cerámicas y objetos de la vida cotidiana. Eran treinta las naves, once de ellas íntegras, todavía cargadas de vajillas y menaje de cocina, objetos personales como una chaqueta de piel, calzado de madera y objetos de culto que los marineros llevaban consigo durante los viajes peligrosos. «En una de ellas se conservaban aún los restos de un marinero muerto en el naufragio abrazado a su perro», explicó Andrea Camilli, que ha dirigido las excavaciones y los trabajos de restauración. Ahora esa flota sepultada, después de laboriosos trabajos de restauración, con la colaboración de decenas de instituciones universitarias y centros de investigación italianos y extranjeros, puede admirarse en el Museo de las Naves Antiguas, en el que se han invertido 16 millones de euros. Es el más grande museo de embarcaciones antiguas existente en el mundo. Durante 20 años han trabajado 400 personas en las excavaciones y en la restauración.
El primer interrogante que se hace el visitante es qué hacían en ese lugar una serie de embarcaciones de épocas diversas. Y por qué naufragaron. Hay que imaginarse ese territorio en época romana, una zona en la que había una cuenca natural del río Auser, el antiguo Serchio, uno de los principales ríos de la región de Toscana. No era un auténtico puerto, sino una zona en la que las naves estaban fondeadas. Había no solo barcos de mar, medios comerciales, sino también piraguas y embarcaciones de río. Se produjeron terribles y cíclicos aluviones durante siglos que causaron el naufragio de las naves. El Serchio terminó por cambiar su curso. Pero milagrosamente, gracias a la ausencia de oxígeno, entre arena, tierra y detritos, esas naves, precioso testimonio de una época, llegaron hasta nosotros. «Es como si se hubiera creado un vacío en el terreno arenoso», explica el arqueólogo Camilli, director científico. En la zona quedaría aún una veintena de naves sepultadas.
Precisamente, en la diversidad de la naves está la belleza de esta flota, según explica el arqueólogo Domenico Barreca, responsable técnico de las excavaciones: «Hay naves de todo tipo, la más grande (13 metros de largo por dos de ancho), es la Alkedo (La Gaviota, barco de 12 remeros), el buque insignia de la flota de Pisa, la única nave militar de la época conocida en el mundo, que nos ha llegado casi intacta. En la práctica, se trata de una fotografía de la construcción naval de edad romana de la que no se sabía mucho».
La peculiaridad de este Museo es que ha sido diseñado para que, a diferencia de otros, el visitante pueda, además de admirar las naves y los objetos que testimonian una época, verse inmerso en la historia: con las más modernas tecnologías, se han reconstruido los lugares y las actividades que giraban alrededor de las naves y la vida diaria a bordo. La «estrella» del museo es el citado esqueleto del marinero abrazado a su perro, así como ánforas de vino, el equipaje de un miembro de la tripulación de una nave y una caja de madera con monedas. Pero, además, hay infinidad de objetos recuperados en las excavaciones: vasijas para mermeladas, botellas, muebles domésticos y militares, artes de pesca, herramientas, cuerdas, fragmentos de ropa, calzado, amuletos y diversos objetos de uso personal como peines.
Gracias al extraordinario material encontrado, el museo se ha articulado en ocho secciones que nos dan una completa visión de la ciudad de Pisa, entre arqueología y leyenda, hasta una fase etrusca primero, y romana después; las características de las naves, así como la vida a bordo y costumbres de una época. Se viajaba por mar, sobre todo por comercio. Las naves romanas, a remos y a velas cuadradas, navegaban reguladas por un complejo sistema de maniobras. Las excavaciones han restituido notables partes de vela, que permiten reconstruir con mucha fiabilidad el sistema. En la sección «vida a bordo», se describen varios aspectos de la vida dura en las naves: la vestimenta, equipaje, las tormentas, la iluminación a bordo, cómo se cocinaba y comía, cultos y supersticiones. Queda claro que viajar en la época romana no era muy confortable, ni para el marinero ni para el pasajero.
A pesar de la aparente fragmentación de los espacios por secciones, se ha buscado mantener la unidad del Museo, prefiriendo profundizar en la historia y en los aspectos ligados a las naves y la navegación, como, por ejemplo, la capacidad para orientarse por medio de las estrellas, propuesta en el interior de un pequeño planetario. En definitiva, como destaca el director científico Andrea Camilli, el Museo «une un riguroso enfoque científico con un componente de entretenimiento. Hemos intentado eliminar el tradicional fetichismo frente a los objetos. Hay espléndidos objetos, sin duda, pero nuestro objetivo ha sido contextualizar y contar, de forma visible, historias. La nave Alkedo, por ejemplo, permite con un vistazo comprender la historia, evitando largos textos didácticos».
Pisa, ciudad con 89.000 habitantes, atrae miles de turistas por su célebre Torre inclinada. En el Museo de las Naves Antiguas ha encontrado su nueva joya turística para superar los límites que rodean al Campo dei Miracoli.