La historia de Karl Martin, empleado de la casa de subastas Hansons Auctioneers, está llena de azar y suerte, y también de algo de torpeza. Todo empezó cuando, en un mercado de pulgas en el Reino Unido, compró un curioso bote por seis dólares, que le pareció perfecto para guardar en su baño los cepillos de dientes. «Me gustó de inmediato –recordaba en declaraciones a la BBC–. Sospeché que podría ser muy viejo, pero lo olvidé por completo».
Tiempo después, mientras estaba descargando un lote de una antigua alfarería de Afganistán, se dio cuenta de que una de las piezas subastadas tenía un sospechoso parecido con su bote. «Estoy especializado en historia británica, no en historia mundial, por lo que no era un experto en este campo y no sabía nada», añadía nuestro protagonista a «Metro».
Ya con la sospecha detrás de la oreja, Martin le enseñó la pieza a James Brenchey, experto en este tipo de objetos que también trabajaba para Hansons Auctioneers. Fue él quien descubrió que databa del 1.900 a. C.
Finalmente el bote, según informa « Artnet», Martin vendió el precio por 100 dólares. No es una fortuna, pero la ganancia con respecto al precio original es del 2.000%.
