miércoles, 5 de julio de 2017

National Geographic:Tartessos y sus sacrificios rituales: hallados restos animales en un templo de Badajoz


El santuario tartésico del Turuñuelo de Guareña, en Badajoz, del siglo V a.C., una joya arqueológica por sus novedosas técnicas arquitectónicas y por su estado de conservación, sigue revelando secretos que muestran su esplendoroso pasado. Así, desde su descubrimiento, el emplazamiento se ha convertido en un valioso modelo para el estudio de la cultura tartésica del interior de la península Ibérica, aportando una inestimable información sobre la organización social, los mecanismos comerciales y los rituales de este pueblo.

Ahora, un equipo de investigadores del CSIC, del Instituto de Arqueología-Mérida, ha hallado junto a la escalinata del templo pacense los restos de casi una veintena de animales. Entre ellos han sido desenterrados 16 caballos, 2 toros y un cerdo, que narran la historia de un costoso sacrificio a modo de ritual de clausura antes de la destrucción final del santuario.

“El sacrificio consistió en una gran ofrenda a los dioses antes de abandonar definitivamente el lugar”, explica Sebastián Celestino, director de la excavación junto a la investigadora Esther Rodríguez, y director del Instituto de Arqueología-Mérida. “Da idea de la enorme riqueza del sitio, pues el caballo era un elemento de prestigio”.

Además de los numerosos animales sacrificados -19 hasta el momento, a falta de la conclusión de las excavaciones- del mismo modo han aparecido en el yacimiento ánforas y cestos con cereales y otros elementos de gran valor, lo que puede ofrecernos una idea de la importancia de ese sacrificio final, previo a la destrucción del monumento y su posterior amortización”.

Celestino destaca que “quizá lo más llamativo sea la existencia de un ajuar completo para la celebración de un banquete de comensalidad en la habitación sur. Se trata de un conjunto de muy buena calidad entre los que destaca un enorme caldero, dos jarros, una parrilla, varios pinchos para la carne, un quemaperfumes, coladores y otro tipo de enseres; todos realizados en bronce. Pero según los investigadores también destaca la gran cantidad de platos y vasos pintados con bandas rojas y las copas de imitación griega encontradas. También en el entorno de la habitación se hallaron muchos huesos y conchas resultado del festín final.

Parece por tanto que el propio ritual final contribuyó a la buena conservación del templo. “El santuario fue incendiado una vez realizados los sacrificios de animales y el banquete final, apunta Celestino. “El propio incendio solidificó las paredes de adobe, mientras que el rápido enterramiento del edificio propició la conservación de los materiales metálicos. Además, la potente anchura de los muros de adobe, de hasta tres metros en algunos sitios, ha contribuido a su excelente estado de conservación del yacimiento”, añade el investigador.

Hasta la fecha tan sólo se ha excavado un 10% de la superficie total del túmulo. Por el momento los arqueólogos trabajan con la Diputación Provincial de Badajoz que realiza una aportación que les permite trabajar durante un par de meses al año. Eso significa los investigadores pueden emplear entre seis y siete meses al análisis y estudio de los hallazgos antes de abordar una nueva campaña de excavaciones. “A este ritmo, es posible que podamos ver todo el edificio exento en una década aproximadamente.”

Arquitectura tartésica
Decir que el santuario destaca por su arquitectura y el empleo en sus construcción de novedosas técnicas constructivas. “Lo más sorprendente es la utilización de un mortero de cal, arena y arcilla para confeccionar los sillares cuadrangulares con los que construyó buena parte de la escalinata que da acceso al monumento; con ese mismo mortero se ejecutó también la "bañera", explica el investigador. La utilización de esta técnica constructiva ha sorprendido por cuan desconocida en la península Ibérica hasta la llegada de los romanos.

“Varios de estos grandes edificios se organizaban junto al rio Guadiana y guardaban una intensa relación comercial entre ellos. Conocemos de poblado en altura rodeado de una potente muralla desde el cual creemos que se centralizaría el comercio en la zona y hacia el exterior a través del río”, añade Celestino. El Turuñuelo ofrece una riqueza arquitectónica y material desconocida hasta el momento en esta fase final de Tartessos y en la que llaman poderosamente la atención los rituales que se llevaron a cabo. Entre estos rituales hasta ahora inéditos, desconocidos y de gran complejidad sobresale el sacrificio o la hecatombe producida en el patio principal del monumento previo a su destrucción”.

Unos apuntes sobre cultura tartésica
El Turuñuelo se ha convertido en el mejor exponente para entender los últimos años de la cultura tartésica. Aunque aún es pronto para saber qué papel jugaba el santuario dentro de esta, es muy probable, apuntan los arqueólogos, que se tratara de un lugar de peregrinación ya que los santuarios en la antigüedad tenían como función principal el intercambio comercial. También eran los lugares donde se celebraban rituales de cohesión social a través de la veneración a los dioses.

La cultura tartésica se originó hacia el siglo VIII a.C. en el Bajo Guadalquivir a consecuencia de la llegada de los colonizadores mediterráneos -principalmente fenicios-, su penetración en el interior peninsular y su contacto con los pueblos indígenas. El establecimiento de estas nuevas relaciones culturales transformaría la base económica y social del sur de la península Ibérica. “El resultado de ese encuentro es la conformación de una nueva cultura que denominamos Tartessos”, explica Celestino.

“A mediados del siglo VI a.C. el núcleo de Tartessos, ubicado en Huelva y la desembocadura del Guadalquivir, sufrió una fuerte crisis que logró minar el desarrollo de su emergente cultura. Así buena parte de la población se internó hacia el interior de Portugal, Andalucía y Extremadura, en este último caso hasta el valle del Guadiana, donde volvió a resurgir con fuerza y con una renovada personalidad”, añade.

Se trata la tartésica de una cultura muy rica que bebió de los contactos comerciales con otras culturas del Mediterráneo a través de los intermediarios griegos y púnicos asentados en colonias del levante peninsular. Ello explica la presencia de objetos de origen egipcio, etrusco, heleno, etcétera”, concluye Celestino.

Ahora solo queda esperar, como hemos dicho tan solo un 10% del santuario del Turuñuelo ha sido explorado. Es seguro que en los próximos años serán revelados algunos de los muchos secretos de esta, aún, poco conocida cultura Mediterránea.