La madrugada del jueves, un grupo de arqueólogos y operarios acomodó en varios camiones los fragmentos del coloso descubierto la semana pasada en un barrio cairota y que presumiblemente pertenecería a Ramsés II. Entre brillantes focos, un buen puñado de curiosos, escolta militar y fuertes medidas de seguridad, el renombrado faraón comenzó su última marcha triunfal desde el humilde barrio de Matariya hasta el Museo Egipcio de Tahrir, en el centro de la capital cairota, donde será expuesto durante cerca de seis meses.
El «descubrimiento más importante de la egiptología reciente», según ha apostillado el Ministro de Antigüedades egipcio, Jaled El Anany, fue anunciado el pasado 9 de marzo, y desde entonces ha atraído gran expectación e incluso polémica. Los restos del coloso, de unos 8 metros de altura y esculpido en cuarcita, fueron encontrados hundidos en un hoyo lleno de fango entre basura y edificios a medio construir del barrio popular de Matariya, donde excava desde 2005 una misión arqueológica germano-egipcia codirigida por Dietrich Raue.
«Es tarde y hace frío, pero estamos muy contentos del proceso de traslado (de la estatua), una pieza increíble de arte del Antiguo Egipto encontrada en un lugar que muy pocos esperarían, en medio de El Cairo», ha señalado Raue, rodeado de curiosos vecinos y periodistas poco antes de comenzar «la marcha real» en dirección al museo Tahrir. La operación se ha llevado a cabo por restauradores y arqueólogos del Ministerio con apoyo de oficiales del Ejército egipcio especializados en el transporte de elementos pesados, ha detallado el director del departamento del Antiguo Egipto, Mahmud Afifi.
Tras un trayecto de casi tres horas por las nocturnas pero nunca vacías calles de El Cairo, dos horas más de lo calculado por el Ministerio debido a ciertos retrasos, las fuertes medidas de seguridad y problemas en el momento de introducir el camión militar dentro del Museo cairota, las piezas descansan ahora en el jardín del Museo Egipcio. En las próximas semanas, la estatua será sometida a «ligeros procesos de restauración» y, dependiendo del estado de los fragmentos, tratará de ser ensamblada para dar una idea de su estado original: un coloso de más de 8 metros de altura y toneladas de peso, tocado con la corona faraónica y el pecho desnudo. Según las primeras indagaciones del equipo de egiptólogos, la estatua pertenecería al faraón Ramsés II (1270 a.C. hasta 1210 a.C.), en cuyo honor se habría construido en el área cercana del descubrimiento un enorme complejo de templos solares en el barrio de Heliópolis, «la ciudad del sol».
Una polémica extracción
La extracción de las piezas no fue fácil. Hundidas hasta un metro en aguas subterráneas y el fango, la primera pieza, el rostro, fue recuperada mediante la pala de una excavadora y un bulldozer, un proceso catalogado de «negligente» o incluso de «una locura» por algunos egiptólogos consultados por este diario. El exministro de Antigüedades, Zahi Hawas, quiso zanjar la polémica aclarando que el uso de maquinaria de este tipo es «100 % adecuada» debido a las peculiaridades del descubrimiento, el enorme peso de las piezas y la presión del agua y el barro. «Este método se ha usado en otros países y puedo asegurar que la estatua no ha sido dañada en lo más mínimo», aseveró a ABC en conversación telefónica. Sin embargo, el Ministerio tomó nota y para la extracción del torso -acompañado de parte de la barbilla de la estatua- se utilizaron «técnicas más avanzadas y seguras», según fuentes del Ministerio detallaron al periódico local Al Masry Al Youm. El torso, con un peso estimado de 7 toneladas, fue extraído con arneses y capas de materiales protectores. Para su transporte hasta el museo de El Cairo, las piezas han sido cuidadosamente envueltas y atadas en los camiones militares antes de comenzar la procesión, rodeados de furgonetas blancas y una nube de curiosos.
La enorme cabeza, que pese a la erosión del tiempo cuenta todavía con la oreja derecha y parte del ojo del coloso, permaneció unos días en Matariya, donde decenas de curiosos, niños y adultos, no pudieron evitar acercarse a tomarse fotografías o tocar un descubrimiento que ha dejado asombrados a los vecinos del barrio obrero. En declaraciones a medios egipcios, el Ministro Al Anany reconoció cierta falta de seguridad y afirmó que no se repetirían situaciones similares en el futuro: «Todos conocemos la escasa conciencia que existe sobre estos monumentos», señaló. Pese a la presencia del equipo de arqueólogos y el descubrimiento a finales de 2016 de los restos de un extenso templo solar erigido por Ramsés II, los edificios continúan construyéndose y la basura acumulándose en las calles.
Importante templo solar en Heliópolis
El templo solar de Heliópolis, construido en la XIX dinastía, quedó destruido hacia la época Helenística, y muchas de sus estatuas y materiales de construcción fueron enviados a Alejandría e incluso a Europa, o reutilizados en la construcción de El Cairo viejo en época islámica. Las últimas excavaciones en la zona apuntan a que se trataba de un templo «gigantesco» y de gran importancia arqueológica, «hogar del dios sol», detalla Raue.
El dios sol vivía en Heliópolis hace casi 3.000 años, pero hoy en día son miles de vecinos de la populosa El Cairo, que no deja de crecer y que ha alcanzado ya los 22,9 millones de habitantes en el área metropolitana. Los edificios siguen construyéndose en Matariya y los arqueólogos de la misión de la Universidad de Leipzig temen que se destruyan nuevos sitios arqueológicos. Sin embargo, apunta Raue, la idea de un «museo al aire libre» al estilo Luxor es prácticamente imposible: «No podemos dejar los restos aquí. No podemos pedirle a la población que abandone sus casas sólo porque queremos dedicarnos a la arqueología. Hay que buscar equilibrio entre los requerimientos de una ciudad moderna y las excavaciones».
«Todavía tenemos muchos y muy fabulosos descubrimientos aquí, en medio de El Cairo, en el corazón del templo de Heliópolis», ha apuntado esta madrugada Raue. Según informaciones filtradas por medios locales, el equipo germano-egipcio comenzará nuevas excavaciones en dos «sitios de interés» en una zona cercana, una vez recuperadas del fango todas las piezas del coloso.
«Es un descubrimiento muy importante, estamos muy emocionados y de momento sólo nos centramos en eso», señala a este periódico una fuente del Ministerio de Antigüedades, que añade que se ha retrasado el anuncio de otros descubrimientos arqueológicos en diversas áreas del país.