sábado, 22 de septiembre de 2018
“La muerte es el evento más democrático”
Lo que ha visto esta mujer provocaría pesadillas a mucha gente. Momias, montones de momias. De toda clase y condición. Algunas recién desenterradas o aún en sus sombrías tumbas, en las que ha tenido que adentrarse. A Salima Ikram, la gran especialista de referencia en momias egipcias, la llaman cada vez que hay que examinar una, sea humana o de animal. Curiosamente, pasarse la vida entre momias no le ha amargado el carácter y es una persona jovial y simpática, llena de joie de vivre, que ya es contraste. Ikram nació en Lahore, Pakistán, en 1965, pero una visita a los 9 años a Egipto, donde se enamoró de sus antigüedades, selló su destino. Tras estudiar arqueología y egiptología en EE UU y en la Universidad de Cambridge, se instaló en El Cairo, donde enseña ambas materias en la célebre American University de la capital egipcia. Autora de numerosos libros y rostro habitual de los grandes documentales televisivos, Ikram es codirectora del Animal Mummy Project en el Museo Egipcio y trabaja en numerosas excavaciones. Para redondear, fue asesora de la película de Hollywood La Momia (el remake de 1999), aunque en muchas cosas no le hicieron, obviamente, caso. Participó en el pasado Congreso Extraordinario de Estudios de Momias, en Tenerife.
“Empecé trabajando en la vida cotidiana en el Antiguo Egipto y en un aspecto concreto que es la comida”, explica Salima Ikram. “Fue al estudiar cómo se preservaba la comida para los difuntos en las tumbas cuando llegué a las momias”, rememora l investigadora, que ya era una fan de la antigüedad faraónica desde que su padre la llevó a El Cairo. “Vi las pirámides y los tesoros de Tutankamón; para una niña como era yo Egipto fue una revelación”. La confluencia de ese interés primerizo y el estudio de cómo se embalsamaban los alimentos de las ofrendas funerarias la condujo a las momias. Se ha especializado en las de los animales.
“Me interesan igual las humanas pero si prefiero las de los animales es porque hay más especies”, apunta con cierta sorna. “También porque las formas de momificar son mucho más variadas. Y siempre me han gustado mucho los animales, el mundo natural era muy importante en la antigüedad y sobre todo en Egipto donde los animales eran fundamentales para la subsistencia pero además estaban relacionados con el mundo divino, eran intermediarios entre nosotros y los dioses. Los animales están por tanto en una posición clave para ayudarnos a entender el pensamiento egipcio. Griegos y romanos se burlaban de la relación de los egipcios con los animales, pero luego, cuando conquistaron ellos Egipto siguieron con los antiguos cultos. Esos cultos ofrecían acceso a verdades esotéricas y por eso eran tan populares”.
¿Cuál es la momia más impresionante que ha visto? “Sabía que me lo preguntaría”, responde la egiptóloga con un mohín. “Probablemente las de los dos grandes cocodrilos de la colección del Museo de El Cairo, de 5,20 y 4,65 metros respectivamente. Manifestaciones ambos del dios Sobek, en el más grande encontré crías de cocodrilo que habían sido introducidas en su boca tras ser también momificadas. Se han encontrado miles de momias de cocodrilos, necrópolis enteras dedicadas a ellos. En los lugares en que se los veneraba, como Medinet Madi, cerca del Fayum, existían incluso instalaciones para incubar sus huevos. Pero también me impresionan las de musaraña, en realidad las adoro, tan bien preparadas pese a ser animales tan pequeños... Conozco una momia de serpiente que tenía dentro a medio digerir una musaraña. Lo más extraordinario de todo es el número de momias de animales que hay. Se han hallado cuatro millones de momias de ibis. Las momias de gatos sepultadas en Bubastis eran tan numerosas que se las usaba en los barcos británicos como lastre y luego se empleaban como fertilizantes; un solo envío en el siglo XIX contabilizó 180.000 momias de gatos. Solo en la excavación de José Manuel Galán en Dra Abu el Naga, por ejemplo, han aparecido más de 7.000 momias de animales Los egipcios momificaban todo tipo de fauna, desde elefantes a insectos como escarabajos, pasando por peces, cobras, chotacabras, hienas, murciélagos, mangostas, gacelas, buitres, lagartos... Y también a veces bolas de estiércol”. Leones solo se conoce uno. “Sí, pero en Saqara confiamos encontrar más”.
Algunos de esos animales eran mascotas (a algunos babuinos, por ejemplo, se les habían quitado los caninos para evitar daños a sus dueños) o seres sagrados y se los momificaba al morir, con cariño o reverencia, pero otros se criaban como ofrendas y se los sacrificaba. “No solo se trataba de religión sino que había un aspecto económico: las momias de animales que se vendían masivamente en los templos y santuarios eran una importante fuente de ingresos”. Los visitantes y peregrinos las compraban, explica Ikram, y los dedicaban como exvotos.
¿Y qué momia humana prefiere? “No hay una sola pero la de Tutmosis IV, tan excelentemente conservada, me parece sensacional. En fin, no la conozco personalmente...”. Para la estudiosa, trabajar con momias humanas significa hacerlo “con alguien que es como tú. Cuando las miro a la cara pienso que están dormidas. Y la distancia en el tiempo se desvanece. La humanidad cierra brechas cuando estás ante una momia. Aunque sea de hace mucho tiempo, de otro país, de otra civilización. Ante una momia te sientes parte de un ciclo. Para conocer el futuro necesitamos saber lo que sucedió en el pasado”.
Saliima Ikram opina que pese a que la ciencia ha disuelto parte del misterio y el morbo de las momias, nuestro interés por ellas no decrece. Tiene que ver, dice, con que “somos macabros, para qué negarlo; existe el hecho de que somos humanos y podemos devenir eso, nos interesa la muerte, el evento más democrático, el umbral que todos pasaremos. Los egipcios tuvieron éxito preservando sus cadáveres y eso nos fascina”.
Ikram, como muchos de sus colegas considera a la de Boris Karloff la mejor momia que ha dado el cine. “No solo como entretenimiento sino en términos de veracidad e impacto ninguna otra la ha superado. Es terrible, pero además tiene esa dimensión sentimental. No es solo el monstruo, sino el dolor que percibimos en su corazón”. ¿Y las nuevas momias como la de Arnold Vosloo de 1999? “Está bien, excepto por algunas cosas en las que no hicieron caso, como lo de los cinco vasos canopos en vez de los cuatro preceptivos o lo de usar a los escarabajos como criaturas agresivas y malignas, cosa que a ningún antiguo egipcio se le hubiera ocurrido. Dicho esto he de recordar que hemos encontrado algún escarabajo momificado y minúsculas momias de otros insectos, muy pequeñitas, ¡un gran trabajo!”.