lunes, 22 de enero de 2018

ABC:La momia coja y el general romano del brazo de hierro: las primeras prótesis de la Historia


Los dos piratas más famosos que navegan por los tórridos océanos de la literatura son Long John Silver y James Hook, el Capitán Garfio. Este último, antes de lanzarse a los procelosos mundos de la piratería, se cultivó en el elitista colegio de Eton, en donde también estudiaron personajes de la talla de David Cameron, James Bond, George Orwell o Hugo Laurie, el actor que interpreta al venerado doctor House.

A diferencia de todos ellos, James Hook, el personaje creado por el escritor británico J.M. Barrie (1860-1937), tenía una prótesis por mano. Al parecer fue Peter Pan quien se la cortó y se la dio de comer a los cocodrilos. Al reptil le gustó tanto la carne de filibustero que se pasó toda su vida ansiando poder saborear alguna otra parte más del cuerpo del capitán Garfio.

En este pasaje de la historia, Barrie se tomó una licencia científica al situar a un cocodrilo en un océano, ya que estos animales son de agua dulce. La única posibilidad es que se tratase de un despistado cocodrilo de marisma (Crocodylus porosus).


La primera prótesis de la Historia

En la actualidad no es excepcional que una persona pueda presumir de tener una prótesis -del griego «pros», que significa «por añadidura»- en alguna parte de su cuerpo, desde implantes de cabello, hasta brazos artificiales, pasando por prótesis de cadera. En este sentido, la ciencia y la tecnología nos permiten a los seres humanos ejercer de pequeños dioses.

Casualmente debemos recurrir a las divinidades, concretamente a la mitología griega, para tener noticias de la primera prótesis de la historia. En el mito de Pelops, uno de los múltiples nietos de Zeus, se cuenta que por error fue cocinado y entregado a los dioses para que pudieran comprobar la diferencia de sabor que había entre la carne humana y la carne de animal. Cuando Demeter –la diosa de la agricultura- se dio cuenta de que se había comido un brazo de Pelops, arrepentida, decidió devolverle la vida y obsequiarle con un brazo de marfil.

Dejando la mitología a un lado, una de las primeras referencias escritas en relación con una prótesis se la debemos a Herodoto. El padre de la Historia relata como el soldado persa Hegesistratus, al ser capturado y encadenado, no dudó en cortarse un pie y reemplazarlo por otro de madera para poder escapar. Corría por aquel entonces el año 550 a.C. Con la ayuda de la arqueología moderna hemos podido descubrir la existencia de prótesis más antiguas incluso –fechadas en torno al siglo IV a.C- elaboradas en madera y cobre.

Dentro de su magnífica colección, el Museo Británico acoge el pulgar de Greville Chester, una prótesis realizada en cartonaje, un antiguo tipo de papel maché elaborado a partir de yeso teñido, lino y cola de animal, que data del 600 a.C. Cuando se encontró todavía estaba adherida al pie derecho de la momia de Tabaketenmut, la hija de un sacerdote egipcio, que falleció en la sexta década de la vida. Es muy posible que esta mujer sufriera la amputación como consecuencia de la gangrena provocada por la diabetes.

El primer «Iron Man» de la Historia

También tenemos documentación histórica de prótesis en miembros superiores. La mejor descripción es la de Marcus Sergius, un general que guió a los ejércitos romanos contra los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica (218-210 a.C.) y que, tras sufrir veintitrés heridas por arma blanca, los médicos se vieron obligados a amputarle el brazo derecho. Para que pudiera seguir luchando y sostener su escudo, los herreros romanos le confeccionaron un brazo de hierro.

Ni la prótesis ni la valentía de Marcus Sergius fue suficiente para impedir que fuera apresado por los cartagineses y soportara veinte meses de largo cautiverio, al cabo de los cuales pudo regresar a Roma. Uno de sus bisnietos sería el famoso político romano Lucius Sergius Catilina (108 a.C-62 a.C).