sábado, 21 de enero de 2017
Troya, más allá del caballo
Las más recientes campañas de excavaciones arqueológicas de Troya, actualmente en Turquía, han descubierto por fin la ciudad baja, donde se situaría el grueso de la población, confirmando que como en el relato de Homero, se trataba de una gran urbe cerca del mar. Hoy se halla más lejos debido a los cambios en la costa y al efecto de los ríos y el lodo que arrastraron durante siglos.
Aunque el sitio arqueológico de Troya fue un descubrimiento del alemán Heinrich Schliemann, quien contra todo pronóstico dio a finales del siglo XIX con un lugar que se creía pura leyenda, la consolidación definitiva se debe a su compatriota Manfred Kormann, profesor de la Universidad Tubinga. Falleció en 2005 después de 25 años de excavaciones que han resultado claves y que sus sucesores han podido ampliar, confirmando que Troya era mucho más que lo que se conocía. Hasta Schliemann estaba sorprendido por las ruinas, que le parecían escasas. Kormann confirmó con un estudio geomagnético que la ciudad descubierta hasta ese momento sólo era la ciudadela que rodeaba al palacio, estando el resto, diez veces mayor, a sus pies, la "ciudad baja" de artesanos, comerciantes y marinos que concuerda con la leyenda homérica. Resuelto este asunto y confirmada la existencia de Troya y de una guerra aproximadamente en las fechas que se estimaban, quedaba por aclarar quiénes habían sido los auténticos sitiadores.
Sobre ello escribió Eric Clane su interesante libro “1170 antes de Cristo, el año en que la civilización se derrumbó”, donde le da otra vuelta al mito y a la historia, relacionando a Troya con los Pueblos del Mar, si bien reconoce que hay más conjeturas, por plausibles que sean, que teorías bien fundamentadas. Comenzando por los propios Pueblos del Mar, de los que no se sabe realmente nada, más allá de unos textos egipcios que datan del faraón Ramses III donde se habla de una invasión que fue repelida en el Delta y se citan varios clanes integrantes, entre ellos unos misteriosos “eqwesh”, que muchos investigadores consideran que no serían sino los aqueos de Homero. Vamos por partes.
La Wilesa del siglo XII antes de Cristo, la Ilión de Homero o la Troya VIIa de los arqueólogos, sería una ciudad federada del imperio hitita que con seguridad fue sitiada y asaltada hacia 1200 antes de Cristo. La ciudad ya había sufrido unos años antes un devastador terremoto pero había sido reconstruida cuando llegó la invasión. De dicho episodio hay pruebas de sobra gracias a Manfred Kormann, incluyendo casas quemadas y puntas de flechas incrustadas, así como restos de huesos humanos sin enterrar, que probarían a todas luces un asalto brutal. Es decir, lo que cuenta Homero. ¿Pero quiénes habrían sido los autores? Quizá los griegos del mundo micénico, como también dice la Iliada, donde habla del millar e barcos de todas las ciudades-estado helenas desembarcando en Ilión para recuperar el honor perdido de Menelao, rey de Esparta y marido de Elena y también hermano de Agamenón, el jefe supremo de la alianza panhelénica. No hay ninguna prueba de ello y sí que en esos momentos se había iniciado la decadencia del sistema palaciego griego que llevó a una larga edad oscura de la que saldrían hacia el siglo VIII antes de Cristo, cuando Homero compuso las dos obras inmortales. Invasiones, terremotos y otros acontecimientos se suceden en un corto período de tiempo. Los investigadores no se acaban de poner de acuerdo salvo en que no hay ninguna seguridad. Salvo que Troya es definitivamente algo más que una leyenda.