jueves, 5 de enero de 2017
ABC:Los bustos romanos de Herculano, unidos en el muro de su propia red social
Los romanos no tenían Facebook, pero los bustos rescatados de Herculano y Pompeya han encontrado, dos mil años después, la manera de crear su propia red social. Una exposición como la organizada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Rabasf), permite apreciar las enormes posibilidades de la tecnología aplicada a la cultura. Titulada «Carlos III y la difusión de la Antigüedad», la muestra puede visitarse hasta el próximo 16 de marzo tanto en la Rabasf como en el Museo Nacional de Arqueología de Nápoles o la Academia de San Carlos de México. La experiencia es pionera, tres instituciones conectadas por wifi de última generación para volver a unir con la inmediatez de hoy los antiguos vínculos del siglo XVIII con aquellas enormes distancias que tardaban meses en cubrirse por barco.
Los primeros hallazgos arqueológicos bajo la lava del Vesubio entusiasmaron a Carlos III mientras era Rey de Nápoles (y lo fue durante 25 años, en los que animó a avanzar en las excavaciones). Cuando vino a reinar en España (entonces un enorme imperio) quiso seguir informado de las novedades. Por eso pedía copias en yeso de cuantas esculturas aparecían, así como dibujos y estudios que fue volcando en «Le Antichità di Ercolano Esposte», una de las primeras publicaciones de la arqueología romana que el Rey patrocinó. La Academia conserva desde 1775 aquellas copias realizadas para un Rey que tenía muy claro el valor de la difusión de aquellos descubrimientos. Toda Europa estaba pendiente de lo que los arqueólogos extraían de las ciudades asoladas por la erupción del año 79.
La Rabasf tiene uno de los laboratorios de humanidades digitales más avanzados del mundo, así que para construir este muro en el que las copias y los originales han vuelto a verse las caras, se han virtualizado en 3D las obras con el fin de que, junto a cada copia, una tableta permita manipular y ver en detalle el original. Después de casi 300 años muchas de aquellas esculturas han sufrido modificaciones y restauraciones, por lo que la comparación tiene indudable interés, científico y divulgativo. Roturas, añadidos, y elementos que cambiaron con el tiempo son la comidilla en el muro de este Facebook de dos mil años.
Ello ha sido posible gracias al trabajo de la comisaría, María del Carmen Alonso Rodríguez, y al patrocinio de BQ, que ha puesto las tabletas que muestran los objetos «vivientes» que acompañan a cada estatua inmóvil sobre su peana.
Restauración en impresora 3D
Una de ellas, la afrodita de Herculano, ha sido objeto de una intervención peculiar: se ha reconstruido en una impresora 3D la túnica que portaba el original, perdida en la copia de yeso. En Nápoles existe un original de mármol de este busto procedente de Herculano. El vaciado en yeso que llegó a la Academia de Bellas Artes había perdido la base. Tras digitalizar el original en Nápoles se ha impreso la toga en 3D (la resina roja de la foto) con lo cual se ha podido completar el volumen original de la obra. Pero además en Nápoles ya no tenía instalada la torre sobre la cabeza y gracias al estudio del vaciado de Madrid se ha recuperado la pieza en los almacenes del museo italiano. Cada uno de los bustos tiene historias que contar... La UNAM, la Rabasf y el Museo napolitano han sumado esfuerzos y «actualizaciones» en el muro de esta historia entretejida.
Estatuas que viajaron a México
Carlos III, siguiendo la política de la Corona desde el Descubrimiento, quiso que Nueva España fuese el lugar de América donde se conociesen también estas novedades. Muy pronto funda la Academia de San Carlos de México, bajo la dirección del grabador Jerónimo Antonio Gil, y envía una generosa selección de vaciados desde la Rabasf, algunos procedentes de Pompeya y Herculano, pero no solo. Los yesos atraviesan entonces el océano en un navío y luego recorren en carro el duro camino desde Veracruz a México. Fue casi un milagro transportar algo tan delicado hasta allí. Según nos cuenta Carmen Alonso, Humboldt casi se cayó de espaldas cuando entró en la Academia mexicana con ánimo expectante sobre lo que podría encontrar en un rincón tan alejado de la cultura Europea y se halló, de frente, con una copia exacta del Laoconte. En México las esculturas enviadas por Carlos III fueron utilizadas como modelos por los alumnos. Y en la exposición hay muestras de los dibujos que los alumnos iban realizando de las esculturas clásicas, gracias a las copias llegadas desde Italia. Impresiona ver el nivel de alumnos adolescentes.
En las tres sedes de esta exposición se muestra un mismo discurso, cuyo punto de unión es -además de la tecnología empleada de manera novedosa y llena de sentido- el papel desempeñado por Carlos III hace casi 300 años, la grandeza de su esfuerzo y la enormidad de los dominios sobre los que reinaba.
Como colofón, el visitante puede sumergirse un poco más en la historia. Unas gafas de realidad virtual le llevan a una gruta bajo la ceniza, en la que puede descubrir esculturas, mosaicos y columnas a la luz de una lámpara de aceite, como los primeros arqueólogos de Pompeya. Y luego viaja a Madrid, donde asistirá al estudio de dibujo en el que los alumnos de la Academia aprendían los secretos de la representación del cuerpo humano gracias a las grandes obras de la antigüedad. Y luego, finalmente, en barco a México. Bajo la luz del sol virtual, visitará el patio de la Academia de San Carlos el día en que llegaron las esculturas. Embalajes milagrosos expuestos, como los yesos recién llegados. Los 2 euros que cuesta este viaje merecen la pena.