martes, 13 de noviembre de 2018
El País:Los tesoros de Asurbanipal, erudito y dueño del primer imperio de la antigüedad
Soy Asurbanipal: rey del mundo, rey de Asiria. Con esa inusual carta de presentación en primera persona titula el Museo Británico una exposición consagrada al legado del último de los grandes monarcas asirios, para resaltar la simbiosis entre el vasto imperio que encabezó en el siglo VII antes de Cristo y su condición de hombre más poderoso de la tierra. El despliegue en Londres de una fabulosa colección de vestigios de sus palacios y ciudades quiere reivindicar la figura de un gobernante que fue al tiempo guerrero y erudito, y cuya impronta acabaron siguiendo ulteriores imperios de la antigüedad.
El reinado de Asurbanipal fue el patrón precursor de los más célebres imperios de Egipto, Grecia o Roma, argumentan los artífices de la muestra sobre un rey que tuvo una faceta de político pionero en el establecimiento de provincias administrativas y una red de comunicaciones con servicio de correos que enlazaban sus dominios, fruto de la expansión desde su sede en Mesopotamia (el actual norte de Irak). Los mejores y más exquisitos productos, procedentes de unos territorios que se extendían desde la costa este del Mediterráneo hasta el golfo, nutrieron el esplendor de una corte establecida en Nínive y orientada, más allá del lujo que le atribuye la historia, también hacia la innovación y el saber.
El rey absoluto era un déspota que a la par no renegaba de las artes de la diplomacia, y que gustaba de alardear de su destreza en la escritura, la capacidad de resolver problemas matemáticos o de debatir con sabios de diversas disciplinas. El resultado de esa vocación fue la conformación de una biblioteca visionaria en la entonces capital de Nínive, reflejo del empeño en aglutinar bajo un mismo techo registros, cartas y sobre todo los conocimientos recabados sobre literatura, medicina y otras ciencias entre las que los antiguos incluían la magia. La que los expertos de hoy consideran la primera biblioteca de la historia acabó arrasada en el ocaso del imperio, pero el rescate arqueológico entre sus rescoldos de miles de tablillas de arcilla con inscripciones (un formato equivalente al libro de hoy), unido al proverbial afán coleccionista del British Museum, que posee el grueso de la colección, han permitido recrearla para la exposición que se estrena este jueves.
Un conjunto de relieves asirios que el almacén subterráneo del museo londinense lleva guardados desde hace dos décadas sale asimismo a la luz con ocasión de la exposición para mostrarnos escenas de un Asurbanipal cazador de leones, aunque lleva bien marcada en el cinto la lengüeta usada como lápiz en su época. El rey que controlaba la máquina de guerra más letal de su época nunca llegó a liderar las propias tropas en el campo de batalla: prefería enviarlas a devastar al enemigo desde su querida biblioteca. O bien parapetado, en una corte cuya opulencia reflejan las enormes esculturas de piedra que flanqueaban la entrada de palacio, las imágenes de esplendorosos festejos grabados en murales (con porteadores de uvas, granadas y dátiles), o las delicadas tallas en marfil e intrincados ornamentos en oro y otros metales fabricados para las élites. A su exhibición han contribuido los préstamos de los museos del Louvre de Paris, el Hermitage de San Petersburgo, el Vorderasiatisches de Berlín o el Vaticano.
El drama familiar también forma parte de ese recorrido histórico por un reinado cuyo titular ascendió al trono en el 669 antes de nuestra era, a pesar de no ser el primero en la línea de sucesión. El constante desafío de su hermano mayor destronado —Asurbanipal llegó a ofrecer su peso en oro a quien lo capturara— denota las inseguridades de un gobernante cuyo imperio, heredado por sus hijos, acabó sin embargo sucumbiendo solo 20 años después de su muerte. Y, con él, cayó un mito de su tiempo que el Museo Británico se propone ahora rescatar del injusto olvido.