jueves, 8 de noviembre de 2018
ABC:Los galos embalsamaban las cabezas cortadas de sus enemigos ilustres
Los galos no solo cortaban las cabezas a sus enemigos muertos en combate y las llevaban colgadas de sus caballos cuando volvían de una batalla para exponerlas ante sus casas, sino que además las embalsamaban. Un yacimiento arqueológico en Le Cailar, en el sur de Francia, ha revelado un considerable número de ejemplos de esta práctica ritual celta de la Edad de Hierro (800 a.C.-final del siglo I a.C.) que ya escandalizó a los historiadores griegos de la Antigüedad.
«Cortan la cabeza a sus enemigos muertos y las cuelgan del cuello de sus caballos y después de entregar a sus servidores los despojos ensangrentados los llevan como trofeos cantando un peán y entonando una canción de victoria, y ellos clavan en sus casas estas primicias del botín como si se tratara de cacerías en que hubieran abatido fieros animales. En cuanto a las cabezas de sus enemigos más ilustres, impregnadas de aceite de cedro, las conservan con gran cuidado dentro de un cofre y las muestran a los extranjeros, glorificándose de que por tal o tal cabeza uno de sus ancestros o su padre o él mismo había rechazado una gran suma de plata», relata Diodoro (V, 29).
El filósofo Poseidonio dijo haber visto él mismo este espectáculo en muchos lugares, «que al principio le repugnaba, pero al que acabó finalmente por acostumbrarse», según recogió Estrabón (IV, 4,5) antes de describir también cómo los galos embalsamaban las cabezas «con aceite de cedro».
Investigadores del laboratorio de Arqueología de las Sociedades Mediterráneas (CNRS/Universidad Paul Valéry Montpellier 3/ Ministerio de Cultura) y del Instituto mediterráneo de biodiversidad y de ecología marina y continental (IMBE) tomaron muestras de once cráneos humanos hallados en Cailar, que mostraban signos de haber sido decapitados y sus cerebros extraídos. Los análisis químicos revelaron en algunas de las muestras biomarcadores de resina de conífera y de moléculas de compuestos aromáticos que solo pudieron ser obtenidos a través del calentamiento a alta temperatura de resina de árboles de la familia de los pinos.
«Se trata por tanto de un tratamiento voluntario, que se corresponde con el descrito en las fuentes literarias antiguas», señalan los investigadores en un comunicado.
El estudio, que ha sido publicado hoy en la revista Journal of Archaeological Science, sostiene que esta es la primera vez que se ha podido comprobar mediante análisis químicos esta costumbre de los galos de embalsamar las cabezas de sus enemigos durante la edad del Hierro. Aún no está claro, sin embargo, cómo se llevaba a cabo el ritual: si los cráneos se sumergían en la resina o ésta se derramaba sobre ellos, o o si se aplicaba en más de una ocasión.
Réjane Roure, coautora del estudio, cree que el propósito de preservar las cabezas podría haber sido asegurarse de que la cara y las características del enemigo permanecieran expuestas, según recoge The Guardian. «Los textos antiguos decían que solo las de los enemigos más poderosos y más importantes eran embalsamadas, tal vez eso era para poder decir 'mira esa cara, era un gran guerrero'», afirma. Los textos también subrayan que los galos nunca devolvieron estos trofeos, lo que indica, según Roure, que «a veces algunas personas intentaron comprar las cabezas».
Rosa Santizo Pareja cuenta en «Los celtas: un mundo por descubrir» que los galos decapitaban a los vencidos para impedir que alcanzaran el descanso eterno, «apoderándose así de la inmortalidad de unos enemigos que al no poseer cabeza andarían errantes y sin rumbo». Los vencedores creían además que así se hacían con la fuerza y las cualidades de sus enemigos y que al conservar sus cabezas se convertían en seres más temibles y respetados.
Al cónsul Lucius Postimius Albinus, muerto en una emboscada en la Galia Cisalpina, le cortaron la cabeza y su cráneo fue revestido de oro y convertido en un cuenco de sacrificio, según relata Tito Livio.