Han resurgido del pasado casi por casualidad, entre la Plaza de España y el Palacio Chigi, 15 arcos del Aqua Virgo, el Agua Virgen,“uno de los tramos más notable del acueducto romano dentro de la ciudad”, ha explicado Francesco Prosperetti, director de la Superintendencia Especial de Roma. El descubrimiento ha tenido lugar durante las obras de la nueva sede de La Rinascente, que será inaugurada el próximo 12 de octubre, entre la Via Dei Due Macelli y la Via del Tritone. Y, gracias a la colaboración entre la iniciativa pública y la privada y a la valiente apuesta de la Superintendencia Especial de Roma, en los grandes almacenes se creará un área arqueológica: “Dentro de un espacio público, abierto y sin entrada, se ofrecerá algo único en el mundo: los arcos del Aqua Virgo, acompañados de un relato filológico con la sugerencia de su reconstrucción en realidad virtual, que ayudará a conocer el acueducto y la historia de esa parte de la Roma barroca”, ha anunciado Prosperetti.
El Aqua Virgo es el acueducto que el cónsul Marco Vespasiano Agripa, yerno del emperador Augusto, mandó construir en el año 19 a.C. para llevar el agua corriente hasta el Pincio, el Panteón y sus termas en el Campo de Marte. Al excavar para la consolidación de los cimientos de La Rinascente, han salido a la luz restos de los antiguos asentamientos. Algunos sondeos de los técnicos de la Superintendencia han revelado la presencia de una antiquísima “obra reticular”. Han aflorado así los restos de dos acueductos y de la Salaria Vetus, de insulae y tabernae de época imperial temprana y media, de una domus señorial embellecida con un “stibadium”, una especie de lecho triclinar, y un pequeño recinto termal del siglo IV d.C. Todo decorado con pavimentos de mármol policromados y mosaicos.
“El área
ya había sido estudiada en 1950, cuando fue construido el edificio después
demolido, relata Marta
Baumgartner, arqueóloga de la Superintendencia que ha dirigido los trabajos
bajo La Rinascente. Pero eran otros tiempos. Para
construir los sótanos se allanaron las estructuras antiguas a unos 3 metros de
altura. Ningún elemento podía hacer pensar que debajo del nivel alcanzado en
los años cincuenta se conservaría aún un sector urbano entero, en parte
enterrado y en parte incorporado a los edificios modernos”.