sábado, 24 de diciembre de 2016
Antínoo, el amante del emperador Adriano
En el Museo Nacional Romano en el Palacio Altemps de Roma podemos visitar la exposición “Antínoo. Un retrato en dos partes”. Estará abierta hasta mediados del próximo mes de enero de 2017. La exposición gira alrededor de un retrato de Antínoo, que está dividido en dos fragmentos, el rostro y el busto. El primero del siglo II d.C. es propiedad del Instituto de Arte de Chicago, mientras que el busto, también del mismo siglo, es del Museo Nacional Romano. En el año 2005, el egiptólogo Raymond Johnson planteó la posibilidad de que ambos fragmentos pertenecieran a la misma escultura, teniendo en cuenta que el fragmento del rostro, que carece de nariz, sería original, así como el busto, pero no lo sería el resto del rostro porque es un añadido de época moderna, algo que ya intuyó Winckelmann en 1756. Los análisis del mármol confirman la hipótesis del egiptólogo.
La exposición se completa con un modelo de yeso de la escultura total y realizado en época romana. Pero todavía quedan algunos interrogantes sobre las causas de la pérdida del rostro original y de las razones por las que se hizo uno nuevo en el siglo XVIII.
Sin lugar a dudas, la exposición fomentará aún más la fascinación que sentimos por Antínoo y por su historia al lado del emperador Adriano, rendido ante la belleza del joven, por su trágica muerte en el Nilo, y por cómo fue elevado a divinidad por su amante.
Antínoo ocupa un lugar propio en la Historia del Arte, especialmente desde el Renacimiento, y hoy se ha convertido casi en un icono, especialmente por el universo gay por su belleza y por su historia, sin olvidar su tratamiento por la literatura (Pessoa, Wilde, las Memorias de Adriano de Yourcenar, etc..). Pero, ¿qué sabemos de Antínoo? Intentemos dar algunas claves sobre el personaje, aunque no existen muchos datos, ya que vivió muy poco, pero, sobre todo, porque muchas de las referencias proceden de historiadores muy posteriores, además de las leyendas que ha generado. Por último, tenemos que tener en cuenta que su relación con Adriano no podía más que producir escándalo y rechazo en la tradición cristiana, contribuyendo al desconocimiento y tergiversación del personaje.
Pues bien, Antínoo nació en Bitinia-Claudiópolis en la Bitinia (Asia Menor) entre el 110 y el 115. En uno de los muchos viajes que emprendió Adriano conoció al adolescente y, sin lugar a dudas, quedó fascinado por su belleza. Sería Páncrates de Alejandría, un poeta contemporáneo de Adriano el primero que nos hablaría de la relación entre ambos personajes. Al parecer, el emperador mató un león con una jabalina antes de que atacase al joven en el desierto de Libia. La sangre del león en la arena provocaría el nacimiento de la flor de Antínoo, la flor de loto rojo. Este es un claro ejemplo, en este caso favorable, de cómo la leyenda acompañó su relación. La historia embellece su vinculación y, para ello, parece como si entroncase con las metamorfosis narradas en su día por Ovidio porque nos recuerda al mito de Jacinto.
La muerte de Antínoo ha generado muchas teorías. Se sabe que murió en el Nilo el 30 de octubre del 130, aproximadamente, cerca de Besa en el Egipto medio. Al parecer, se ahogó estando presente en el terrible trance el propio emperador. En principio, fue un accidente. Pero hay otra versión que alude a que fue un sacrificio de Antínoo para asegurar al emperador una larga vida, ya que el joven había conocido por un astrólogo que su suicidio aumentaría la existencia de Adriano. Existe una tercera teoría. Aparece en la Historia Augusta, una recopilación de la Antigüedad tardía que recoge biografías imperiales. En ella se relata que el supuesto suicidio se había producido porque Antínoo quería escapar de las proposiciones sexuales de Adriano, pero es un texto muy posterior y puede que tenga que ver con los prejuicios sobre la homosexualidad. Por fin, puede apuntarse una última teoría, y que vincularía la muerte a una posible intriga palaciega en la que podría haber estado involucrada la emperatriz, pero todo son conjeturas.
Adriano tomó la decisión de divinizar a Antínoo. En el lugar donde murió levantó la ciudad de Antinoópolis, que recibió todo tipo de privilegios.