Cuatro anillos de oro, con piedras historiadas y uno de los más grandes anillos de oro micénico jamás hallados: los orfebres que lo hicieron dibujaron en su superficie cinco figuras femeninas en la orilla del mar... Y la orilla del misterio. Porque este precioso hallazgo, realizado por un equipo de la Universidad de Cincinnati, es único por muchos motivos. Está junto a las ruinas del palacio de Nestor, que aparece en la Odisea, de Homero, cerca de Pilos, en la costa suroccidental de Grecia. Un palacio que fue destruido por un incendio hacia 1.180 a. C.
Se trata de la tumba de un gran guerrero o tal vez de un aristócrata con alto rango sacerdotal, habida cuenta de los rituales asociados a su enterramiento. Incluso en útiles nimios como los cinco peines hallados en la tumba, que pueden sugerir el ritual de peinado de la melena del guerrero antes del combate y, por supuesto, la conexión nunca antes tan clara entre Micenas y Creta, que muestran las escenas de los anillos de oro: toros minoicos, sacerdotisas, rastros de un contacto a menudo hostil pero también íntima y espiritualmente ligado.
Porque los responsables de la excavación, los arqueólogos Shari Stocker y Jack Davis, van a relatar mañana en Atenas las conclusiones después de analizar las piezas recientemente excavadas en la tumba que ellos denominan, del «guerrero del grifo», por la figura de grifo hallada en un bastón que forma parte del riquísimo ajuar funerario.
Ya es difícil hallar una tumba intacta de hace 3.500 años, que no ha sido expoliada ni en tiempos antiguos ni modernos. Pero que además sea tan singular como la de este guerrero es una suerte para los científicos que han participado en este proyecto patrocinado por las autoridades griegas.
El esqueleto pertenece a un hombre adulto de treinta y tantos años. La tumba es la más importante descubierta en la Grecia continental desde que en 1939 aparecieran las ruinas de Micenas. En total se han documentado más de dos mil objetos, con su contexto perfectamente preservado para que los científicos extraigan toda la información. Hay muchos años de trabajo por delante. Es una cápsula de tiempo, o una ventana a los momentos previos a la llamada edad oscura.
El hecho de que la mayor parte de los objetos estén decorados con símbolos y motivos minoicos, procedentes de Creta, ha obligado a los expertos a replantearse todo lo que sabemos de las relaciones entre los micénicos y los cretenses, con frecuentes incursiones y tomas de botín y rehenes, cuando no sacrificios, según cuentan los relatos y los mitos.
Pero el deseo construye laberintos que Dédalo no sabe, y está claro que los anillos adornados con tauromaquias y sacerdotisas cretenses de pechos descubierto eran objetos muy deseados más allá de la rapiña, de su valor en oro: hay un evidente vínculo, según apuntan Stocker y Davis, más alla del vasallaje y el comercio, una identidad espiritual porque el Toro también es un símbolo lleno de significado para los micénicos, lo mismo que las diosas.
Atletas saltando sobre los cuernos del toro en piruetas imposibles, las figuras de cornúpetas perfectamente definidas en su anatomía, con una pureza de líneas increíble... Todas estas riquezas, importadas o saqueadas, fueron lo más preciado que los deudos pusieron en la tumba del gran guerrero del grifo, y esos anillos le convierten en un «señor de los anillos» micénico. Nadie sabía que los artesanos de la época eran capaces de manejar con tanta habilidad los duros materiales en los que se han tallado las figuras, ni las múltiples láminas de oro unidas sobre las que se dibujaron los cuerpos leves de las sacerdotisas, perfectamente conservados hoy.
Tal vez hablamos de una relación imposible, que empezó por el saqueo y terminó por la inculturación, ya que Creta cayó en manos de los micénicos poco después de la fecha de la que data esta tumba del guerrero del grifo. Tal vez a la vez que se produjo la conquista, los micénicos entraron en un laberinto del Minotauro del que ya no pudieron salir y asimilaron dioses, mitos y creencias...