"El otro estaba en la sala de recepción, este está en el patio central, lo que nos ofrece más información sobre el tamaño de la hacienda y la riqueza de la familia que habitaba en ella", subrayó.Símbolo de su opulencia es el ánfora con vino del que beben dos palomas, que trataba de transmitir a la vez una cálida bienvenida al visitante y un claro mensaje de que el anfitrión era persona pudiente.Una conclusión que se afianzó durante el proceso de desescombro, en el que se han hallado mesas de mármol, monedas, cerámicas y otros utensilios típicos de familias adineradas.Aunque sus cimientos y primeras construcciones datan de la época romana, cuando estuvo habitada por una familia judía, parece que la villa fue reconstruida y ampliada en al menos dos ocasiones, tuvo varios ocupantes y alcanzó su máximo esplendor durante la época bizantina, a partir del 324.Habitada desde hace más de 5.000 años, Lod fue por aquellos siglos uno de los epicentros de la vida pública de la región, particularmente desde que el emperador romano Septimio Severo le concedió el estatus de polis en el año 200, pasando a ser conocida como "Diospolis" (Ciudad de Zeus).En esos años, el incipiente cristianismo se propagaba por sus calles, aunque los arqueólogos no se atreven a decidir si los propietarios eran de esta entonces nueva religión, paganos o judíos.
"No hay símbolos religiosos, podía ser cualquiera", destaca Torge sobre un período en el que la ciudad se fue haciendo más pagana porque, a partir de finales del siglo II, los judíos emigraron en su mayoría a la Galilea.Las monedas de la época, que por su estatus de polis Lod podía acuñar, contenían en gran medida símbolos paganos y la simbología del mosaico tampoco ofrece pistas.Sus tigres ("entrenados para matar"), venados, delfines y otros animales exóticos no son suficiente indicio como para deducir la identidad de los propietarios, aunque sí la de los artistas, que llegaron desde el norte de África
."Probablemente los propietarios eligieron los diseños a base de (pequeñas) maquetas", creen los arqueólogos, que aseguran que el patio rodeado de columnatas era una de las zonas centrales de la vivienda.
"Allí, en los corredores detrás de las columnas, tenía lugar la vida familiar, comían y se reunían con amigos y otros invitados. Había bancos y sofás mirando hacia el mosaico", sostiene Toger.La villa cambió radicalmente en el siglo IV, cuando un nuevo ocupante -esta vez cristiano- la amplió y le agregó nuevas habitaciones y fuentes, pero conservando el mosaico de patrones africanos."Cambiaron toda (la fisonomía de) la zona, la ampliaron y construyeron numerosas instalaciones de agua", resalta.Según los restos hallados, la vivienda siguió en uso hasta bien entrado el período musulmán, a partir de 638, aunque un siglo después un terremoto castigaría la ciudad y Lod fue abandonada en favor de una nueva urbe que acababa de ser inaugurada: la vecina Ramle.