“El acueducto de Gades destaca por el ingenio puesto en práctica para construirlo y sortear los accidentes geográficos que se interponen entre Tempul y Gades, que en el siglo I era una isla”, explica Esperanza Mata.
“Tenemos el acueducto de Segovia, que es el más conocido, pero en cuanto a ingeniería, es una obra muy simple”, explica Mata sobre las diferencias del conocido acueducto segoviano y el de Gades. Y añade que ambos acueductos, por su monumentalidad, “eran mensajes propagandísticos no escritos para mostrar la grandeza del imperio”.
Pero en cuanto a ingeniería y a la sofisticación de técnicas “el acueducto de Gades no deja de sorprendernos”. En los 83 kilómetros de trazado de la obra de canalización hidráulica, están representadas todas las técnicas conocidas en el siglo primero para canalizar agua.
La técnica
El acueducto del conventus gaditanus se construyó de forma que se mantuviera una pendiente desde el punto de origen del agua hasta su terminal que garantizara que el agua llegaría por sí misma con presión suficiente para abastecer a Gades. “Nada más salir de Tempul hay cerros, y los ingenieros romanos tuvieron que sortear eso. ¿Cómo lo hicieron? Con la Mina de los Cuquillos”. Mata explica que la mina es la perforación de la montaña y la construcción de pasajes subterráneos que “garantizaban que el agua llegara limpia y sin contamicación a Gades. Por eso, la mayor parte del trazado del acueducto es subterráneo, aunque sabemos perfectamente por dónde discurre. Está identificado”.
Otra de las técnicas empleadas por los ingenieros romanos de Gades fue la de las galerías subterráneas, que se realizaban allí donde no había elevaciones del terreno importantes, como las de El Mimbral.
Al llegar a Los Arquillos, los artífices del acueducto se encontraron con una depresión del terreno, que solventaron con un sifón: “el sifón funciona por la lógica de los vasos comunicantes. Es decir, dos depósitos de agua conectados entre sí por su parte inferior, mantendrán el mismo nivel en ambos lados gracias a la presión y la graveda”. Este se encuentra entre Torrecera y Paterna.
Y para salvar una bajada abrupta del terreno, se usaron pozos de resalto, que daban fuerza al agua para que, llegada a la Torre de El Marquesado, llegara con presión suficiente hasta su recta final: el puente de Suazo en San Fernando y Puerta Tierra en Cádiz, donde el agua llegaba a siete depósitos desde los que se distribuía a las casas de la Gades romana, una de las más pujantes de la Bética.