El rey Rómulo fundó Roma, según una legendaria historia que finaliza con el asesinato de su hermano. Sería en torno al 753 antes de Cristo, fecha que los antiguos romanos utilizaban para fijar su calendario, que se mantendría durante unos mil años, hasta que se implantó el nacimiento de Cristo. Lo curioso es que pasarían esos diez siglos para que otro gobernante llevara el mismo nombre. Y fue el último. Rómulo II, al que se le añadió primero Augusto y luego Augústulo, casi de broma, para destacar su pequeñez. Su reinado no fue tal: en plena descomposición del imperio, que ya sólo existía de forma nominativa, fue colocado en el trono por su padre. Era un chico de apenas 16 años. Estuvo menos de diez meses, hasta que un día del 476 Odoacro, un caudillo ostrogodo que ostentaba el poder real, decidió que la broma ya duraba mucho, por lo que depuso sin más a Rómulo II y envió las insignias imperiales a Constantinopla, donde gobernaba Zenón, quien a partir de ese momento se consideró emperador único de toda Roma. En teoría, claro. No obstante, unos años después, ya en el siglo VI, Justiniano, quien puede ser considerado de verdad el último emperador romano, hizo honor a la herencia y logró recuperar buena partea del Imperio de Occidente, incluyendo Roma, parte de Francia y de España, así como el norte de África. ¿Qué fue de Rómulo? Nadie lo sabe con seguridad, pero al parecer Odoacro no lo mandó asesinar, lo que ya era un éxito, le dio una pensión y le confinó en una residencia cerca de Nápoles, y ahí finaliza la historia verdadera del último emperador. Un libro de Valerio Máximo Manfredi fabula que acabó huyendo a refugiarse a Britania y se cambió el nombre a Pendragón, por lo que habría sido el padre del no menos mítico Rey Arturo….
Pero la Historia continuó en el Este del Imperio, que se consideró romano hasta el final. De hecho, el término “Imperio Bizantino” se comenzó a utilizar mucho después, en la Edad Moderna, para distinguirlo de la etapa clásica. Pero para los habitantes y sus emperadores, eran tan romanos como Julio César, aunque el idioma usado habitualmente fuera el griego. Constantino el Grande, primer emperador cristiano, decidió que Roma se le quedaba pequeña y estaba mal situada y creó la Nueva Roma, que así llamó. Lo hizo en el lugar de Bizancio, también sobre siete colinas, y con todos los ritos paganos de fundación, lo que confirma que su cristianismo era entonces muy superficial. Fue en 330. Los miles de habitantes que muy pronto tuvo la nueva ciudad comenzaron a llamarla Urbe de Constantino, que en griego se denomina Constantino-Polis. Desde el siglo IV hasta mediados del XV, la Segunda Roma gobernó sobre tres continentes, hasta que el Islam barrió su imperio. Fue el sultán otomano Mehmet quien logró tomar Constantinopla, que a partir de entonces se conocería por Estambul (una variación del nombre original, eliminando la palabra Con). El último emperador se llamaba también Constantino, de sobrenombre Paleólogo, y como Rómulo Segundo, poco se sabe de él, aunque al parecer murió de pie durante la defensa de las murallas: era el 29 de mayo de 1453, un día nefasto para Europa, con la caída de la Segunda Roma y con ella el último recuerdo del Imperio fundado por Augusto sobre la república y la monarquía de Rómulo y reconstruido por Constantino el Grande.