miércoles, 9 de enero de 2019
Así murió el Minotauro de Creta que devoraba a los hombres
El Minotauro nació del romance entre Pasífae y el Toro de Creta. La venganza de Poseidón llegaría pronto y, según la mitología, aquel ser, mitad animal, mitad hombre, solo comía carne humana.
Semejante bestia fue encerrada en un laberinto que construyó el artesano Dédalo, un laberinto del que todo aquel que entraba nunca salía. Era devorado por el Minotauro con el que el rey Minos de Creta «tenía tan aterrorizados a sus vecinos que todos los años le pagaban un tributo para que los dejara en paz». Así comienza el capítulo «Teseo y el Minotauro» del libro «Mitos Griegos» (Anaya), de Geraldine McCaughrean y Emma Chichester Clark, con traducción de Jaime Valero.
Mientras el Minotauro vagaba por el laberinto del palacio de Creta, ocurrió una desgracia: Andrógeno, hijo del rey Minos, fue asesinado tras ganar una olimpiada y su padre declaró la guerra a Atenas, que acabó rindiéndose. La rendición tuvo un precio: entregar siete hombres y siete mujeres al terrible laberinto. Y así lo hacía el rey de Atenas, Egeo.
Harto de tal salvajada, su hijo Teseo se envalentonó y zarpó junto a otros trece jóvenes para Creta mientras su padre le pedía que si lograba su propósito alzara una vela blanca en su embarcación; de lo contrario, desplegaría una de color negro.
Aunque son muchas las versiones -alguna dice que el propio Minos exigió el sacrificio de Teseo-, según se relata en «Mitos griegos», el príncipe de Atenas dio un paso al frente y se ofreció el primero para adentrarse en el laberinto. Estaba muy oscuro y no sabía qué camino tomar... Cada paso conducía a una muerte segura.
Pero el héroe recibió la ayuda de Ariadna, la hija del rey Minos enamorada del joven. Le dio un ovillo de hilo (un rollo de cuerda, dice el citado libro) para saber por dónde regresar en caso de acabar con el Minotauro.
«Teseo avanzó a tientas en la oscuridad -relata "Mitos Griegos"-. Era cierto: sin la cuerda, no habría tardado en perderse sin remedio en aquel laberinto de pasadizos sinuosos. De pronto, sus dedos rozaron una mata de pelo áspero y cádido, después la curvatura huesuda de un cuerno. El Minotauro rugió junto a su oído y derribó a Teseo de un empujón. Lo pisoteó con sus pezuñas afiladas. Le propinó un golpe que le obligó a soltar la cuerda. Pelearon completamente a oscuras. El monstruo, mitad hombre, mitad toro, le estrujó entre sus brazos peludos y le azotó con su cola. Pero Teseo le agarró por los cuernos y los giró primero hacia un lado, después hace el otro. Le pateó, le embistió, forcejeó con él, y finalmente la bestia profirió un balbuceo y cayó muerta».
Son muchas las versiones sobre cómo murió el Minotauro: unos dicen que Teseo lo mató a puñetazos, otros que le clavó su propio cuerno y algunos que llevaba una espada entregada por Ariadna.
La cuestión es que el valiente Teseo pudo salir sano y salvo de aquel laberinto. Ariadna se marchó con él. Pero no hubo final de vino y rosas. Según explica Carlos García Gual en «Diccionario de Mitos», «Dionisio, enamorado de Ariadna, la raptó y se la llevó a Lemnos, donde yació con ella y engrendó a Toante, Estáfilo, Enopión y Parapeto». Y a Teseo se le olvidó cambiar la vela negra por la blanca, por lo que su padre, al ver desde la Acrópolis la tela azabache, pensó que su hijo había sido devorado por el Minotauro, se arrojó al vacío. Cuenta la leyenda que de ahí el bautismo del Mar Egeo.
(Nota: un reciente estudio, realizado por Antonis Kotsonas y publicado en American Journal of Archaeology, apunta a que el laberinto nunca existió. Este especialista ha llevado a cabo una profunda investigación a través de referencias literarias y materiales relacionadas con el mito a través de varios milenios. Su conclusión es que la mítica construcción que alojaba al Minotauro solo es una «memoria abstracta» de tiempos ancestrales y que no está relacionado con un monumento real).