El hallazgo, de una importancia histórica excepcional, se acaba de publicar en la prestigiosa revista norteamericana «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) y zanja de una vez por todas el «misterio» de las tumbas reales macedonias, que ha traído de cabeza durante casi cuarenta años a historiadores, arqueólogos y antropólogos de todo el mundo.
El descubrimiento se ha producido en la localidad griega de Vergina, al norte del país heleno y en plena Macedonia Central. Allí, en efecto, se encuentra el yacimiento arqueológico de Egas, uno de los más importantes y ricos del mundo, donde permanece enterrada una buena parte de la aristocracia y la nobleza de la antigua cultura macedonia, la misma a la que perteneció Alejandro Magno. Se trata de amplias tumbas subterráneas, cubiertas por túmulos de tierra y en cuyo interior se han hallado, en ocasiones, enormes riquezas. No en vano el yacimiento fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Tumbas 1 y 2
La historia del yacimiento de Egas (que era el nombre de la primitiva capital macedonia, que se encontraba allí) comienza en los años 1977 y 1978. Fue entonces cuando el arqueólogo griego Manolis Andronikos excavó por primera vez el lugar. Se fijó especialmente en el más grande y prometedor de los túmulos y allí, en efecto, aparecieron tres tumbas monumentales. Con la primera de ellas (la Tumba número 1), la más pequeña de las tres, no pareció haber suerte. Mostraba, en efecto, las huellas de uno o varios antiguos saqueos y en su interior, aparte de una serie de frescos en las paredes ilustrando el rapto de Perséfone, no había más que un montón de huesos revueltos y esparcidos por todas partes. La tumba, más pequeña y sencilla que las otras dos, era totalmente cuadrada, como un gran cubo de piedra.
Pero la Tumba número 2 era diferente. Era más grande, estaba abovedada y, sobre todo, había permanecido intacta durante más de 2.000 años, con el ajuar funerario completo y una multitud de objetos en su interior. Armas, armaduras (alguna de ellas del propio Alejandro Magno), cabezas de marfil, vasos de plata... y un sarcófago de mármol en cuyo interior había dos arquetas de oro con los restos de un hombre y una mujer. La tumba número 2 del Gran Túmulo de Vergina se considera como el tercer mayor tesoro de la antiguedad jamás encontrado, solo superado por las tumbas de Tutankamón en Egipto y la del Señor de Sipán en Perú. Su contenido se expone actualmente al público en el Museo de Vergina, construido directamente sobre el emplazamiento original de las tumbas.
Un año después, en 1978, Andronikos descubrió una tercera tumba, también intacta y con bóveda de cañón, aunque con un ajuar menos valioso que el de la Tumba 2. Se supone que allí descansaba Alejandro IV, uno de los hijos de Alejandro Magno, aunque en realidad no se sabe a ciencia cierta a quién perteneció. Así las cosas, Andronikos no tardó en atribuir los restos de las dos arquetas de la Tumba 2 a Filipo II y a su esposa. Para ello se basó en la riqueza del ajuar y en diversos textos históricos. Oficialmente, en efecto, es allí donde está enterrado el gran Rey de Macedonia.
Los supuestos restos
Con el paso del tiempo, sin embargo, las dudas sobre esta interpretación no han dejado de crecer. Especialmente por parte del antropólogo griego Antonis Bartsiokas, que durante años pidió repetidamente y sin éxito a las autoridades griegas que se le permitiera examinar los supuestos restos de Filipo II. Tras mucha resistencia oficial y numerosos aplazamientos, el científico recibió por fin, a finales de la pasada década de los noventa, un permiso de apenas dos horas y bajo la estrecha vigilancia de funcionarios del gobierno griego, para examinar los huesos del interior de las arquetas de oro de la Tumba 2. Y desde aquél primer análisis, Bartsiokas está convencido de que esos no podían ser los restos de Filipo II.
Lo explica para ABC Juan Luis Arsuaga, coautor de la investigación publicada por PNAS, que ha atendido a nuestro periódico a pesar de estar en plena campaña de excavación en Atapuerca. «A finales de los noventa -afirma el paleontólogo- fui a Grecia a estudiar fósiles humanos, que es lo mío. Y allí coincidí con Antonis Bartsiokas y estuve repasando con él los análisis que hizo de los restos de la Tumba 2».
Razones para dudar
Según explica Arsuaga, «una de las principales razones para la duda era que en esos restos no se apreciaban las marcas de las tremendas heridas que se sabe que Filipo II sufrió en diversas batallas. La más grave le dejó cojo. En el año 339 Antes de Cristo, justo tres años antes de morir asesinado, recibió un lanzazo en una pierna que, dicen, mató después al caballo sobre el que iba montado. Incluso le dieron por muerto, luego la herida tuvo que ser considerable. Sin embargo, en el esqueleto de la Tumba 2 no es fácil distinguir las marcas de esa herida, porque está cremado. Es decir, ese cadáver fue quemado en una pira funeraria. Y por la misma razón tampoco era nada evidente la herida que Filipo tenía en el ojo izquierdo, resultado de otra batalla durante la que quedó tuerto».
Bartsiokas publicó, en el año 2000, un estudio en la revista «Science» en el que sostenía que esos restos no podían pertenecer a Filipo II y los atribuyó a Filipo III, un hermanastro de Alejandro Magno que subió al trono después de la muerte del gran conquistador. «Desde entonces -continúa Arsuaga- hay disputas científicas alrededor de la cuestión. Otro grupo de arqueólogos norteamericanos publicaron después un trabajo en el que se sostiene que la Tumba 2 parece, por sus características, posterior a la muerte de Filipo II. Y esto nos lleva directamente a nuestro estudio».
Para ello, es necesario regresar al contenido «olvidado» de la Tumba número 1. «Los huesos de la Tumba 1 -recuerda Arsuaga- fueron descritos de forma preliminar y ahí se quedaron, sin que nadie más volviera a mostrar interés por ellos. Se sabía que pertenecían a dos o tres individuos, y poco más. Pero Bartsiokas quería estudiarlos, y me llamó para que le ayudara a hacerlo».
El paleontólogo español, pues, se desplazó a Grecia junto a un equipo formado por la historiadora Milagros Algaba, la especialista en técnicas de escaneo Elena Santos y el antropólogo especialista en esqueleto postcraneal Asier Gómez Olivencia. Los investigadores analizaron con todo detalle los huesos hallados en la Tumba 1, sometiéndolos a las técnicas forenses más modernas. Se realizaron radiografías, TACs y reconstrucciones tridimensionales. El análisis de los dientes y de distintas características óseas permitieron determinar con exactitud las edades y los géneros de los tres ocupantes de la Tumba 1.
De esta forma, los investigadores hallaron que los restos pertenecían a tres individuos diferentes. Un varón de unos 45 años, una mujer jóven, de unos 18 años, y un bebé recién nacido, con apenas unos días de vida. Lo cual coincide a la perfección con los textos históricos. Tras repudiar a su esposa Olimpia, madre de Alejandro Magno, Filipo II se volvió a casar con la joven Cleopatra, de 18 años de edad. Y con ella tuvo un hijo que nació apenas unos días después de de que Filipo muriera asesinado por uno de sus escoltas. Para garantizar el reinado de su hijo Alejandro, Olimpia mando matar a Cleopatra y a su bebé justo después del asesinato de Filipo y la elección de Alejandro Magno como nuevo Rey.
Según Arsuaga, no hay duda de que «las edades de muerte que hallamos coinciden con las de los personajes. Filipo II murió a los 45 años, su mujer, Cleopatra, a los 18 y el hijo de ambos a los pocos días de nacer. Los esqueletos no estaban completos, pero había suficientes restos para trabajar sobre ellos. Y, por supuesto, también descubrimos la lesión en la rodilla izquierda de Filipo, la que le provocó la lanza. La probabilidad de que hubiera tres personas en la tumba, más la coincidencia de edades y la antiguedad de la propia tumba me deja muy pocas dudas».
Para el paleontólogo español, antes del saqueo, «la tumba 1 debió de ser impresionante, aunque más modesta que la 2. Pero incluso eso creo que le va mas a Filipo II, que era un guerrero. Los mismos griegos le consideraban casi un bárbaro y estaba poco refinado. Él unificó las tribus de Grecia y terminó imponiéndose. Su forma de ser, su tradición, su cultura y su mundo es difícilmente compatible con la Tumba 2, que ya pertenece a la época Imperial».
Pero si el Rey Filipo de Macedonia estaba en la Tumba 1, ¿quiénes eran los ocupantes de la Tumba 2? Para Arsuaga, «ya en el año 2000 Bartsiokas aventuró que podría ser Filippo III, hermanastro de Alejandro Magno. Filipo III heredó de su hermano, Alejandro Magno, que murió en Babilonia, su armadura y sus cosas. Y todas esas cosas están en la Tumba 2». Arsuaga está convencido de que, a partir de ahora, en Grecia habrá que cambiar la versión oficial de esa importante parte de su historia. »Después de todo -afirma- les hemos devuelto a su Rey».