¿Es posible que en Tierras Altas de Soria haya estelas funerarias del siglo I y II después de Cristo con onomástica vascona? ¿Existen pruebas de la presencia durante esta época de una forma antigua del idioma, en territorios tan meridionales como la provincia de Soria? Eduardo Alfaro, doctor en arqueología, especialista en pequeñas urbes romanas en el norte de Soria, sostiene que sí. “Se han encontrado 39 estelas con inscripciones de la época romana, algunas de las cuales son de una cronología más avanzada... Las que son de onomástica vascona son del siglo I y II. De momento, tenemos una docena de nombres que apuntan al mundo vascón de hace dos mil años”, explica este arqueólogo soriano, que ha invertido años de investigación en el Yacimiento Arqueológico de Los Casares y otros ubicados en Tierras Altas.
Eduardo Alfaro dirige el proyecto Idoubeda Oros centrado en el estudio y la divulgación de grabados e inscripciones de la época celtibérico-romana, un elemento capital de esta comarca soriana, que cuenta con una gran riqueza arqueológica, prehistórica e histórica. “Lo verdaderamente singular es que estos documentos pétreos ya de época romana vinculan a las personas por los que fueron erigidos con nombres de origen vascón. Hace dos décadas, el lingüista Joaquín Gorrotxategi nos comentó en Salamanca que una de las lápidas tenía un nombre indígena que no era céltico como era de esperar. Era la que hacía referencia a un Antestius Sesenco que debió vivir entre los siglos I o II después de Cristo. Sesenco es una voz que remite al vocablo zezenko que, en euskera, significa: torito. Un vocablo transparente en vasco, un nombre que, en su sonoridad, tiene poco que ver con lo celtíbero”, mantiene el arqueólogo.
Alfaro sostiene que no es el único caso encontrado a lo largo de una investigación iniciada hace ya casi 20 años. “No hay solo una estela, ni dos... Es que ya van para doce las que hemos encontrado que tienen nombres indígenas que apuntan a una onomástica vascona. Además de Sesenco, en otras aparecen nombres como Oandissen, derivado posiblemente de oihandi (selva), Oandissen, Onse y su masculino Onso, Buganson, Haurce, Belscon, Agirsen, Arancis, Lesuridantar, Arancis, donde podemos reconocer el componente aran (ciruelo silvestre, espino)... que trabajos sucesivos han vinculado cada vez con más firmeza al valle del Ebro, incidiendo en su más clara relación con un vasco antiguo, protovasco o vasco-aquitano. Ya no se puede hablar de casualidad”, explica Alfaro. “Tras la investigación de las últimas décadas se habla ya de esta margen derecha del Ebro soriano, las zonas altas del sistema ibérico de Soria, de un territorio onomásticamente con nombres indígenas vascones”, insiste el arqueólogo.
Durante el pasado mes de agosto las estelas formaron parte de una exposición en la localidad de Santa Cruz de Yanguas en el valle del río Cidacos en Soria. “Fue muy emocionante ver a la que gente que venía de Navarra, Gipuzkoa, Bizkaia y Araba atraídos por estos nombres indígenas que desde hace ya dos décadas se habla de que pertenecen a nombres vascones. La exposición de este verano ha estado muy bien, ha suscitado mucha curiosidad, por supuesto, entre la gente de Soria, pero también en el País Vasco. Hemos tenido muchos visitantes vascos que han venido atraídos por estas estelas”, señala Emilio Alfaro.
¿Y qué hacían estos vascos en Soria? “Hay varias posibilidades, pero desde una perspectiva arqueológica, lo vincularía a lo que es la base de este territorio de las Tierras Altas, entre 1.200 y 1700 de altura: los pastos. La riqueza por excelencia en la antigüedad fue el ganado y aquí habían unos excelentes pastos para mantener una amplísima cabaña ganadera. De ahí que se hubiese propiciado un desplazamiento migratorio y se creara aquí una población estable desde la Edad de Hierro, es decir, desde el primer milenio antes de Cristo”.
La tesis doctoral de Eduardo Alfaro le lleva a la conclusión de que la margen derecha del Ebro (La Rioja hasta el norte de Soria) fue ocupada por, entre otras, tribus vascohablante en íntima relación con el mundo celtíbero e íbero, y la conclusión de que la presencia de proto-euskera puede ser anterior a los celtas. “En el siglo I y II, según el historiador Ptolomeo, la principal ciudad vascona no fue Pompaelo (Pamplona), sino Calagurris. Habría que hablar de una población de lengua euskera antiguo. Roma genera una unidad administrativa sobre este conglomerado de gente a los que define como vascones, porque quizás era la lengua más predominante”, concluye Alfaro, cuyo trabajo pronto será publicado por Soria Edita.