La construcción de la tumba familiar, que contaba a la entrada con un imponente edificio de columnas, fue iniciada a inicios del siglo III antes de Cristo por el cónsul romano Lucius Cornelius Scipion Barbato, cuyo elegante sarcófago domina la galería central.
La elegancia del lugar domina frente al dato más sorprendente: Escipión el Africano no fue enterrado allí. Acusado de haber recibido sobornos, abandonó Roma para no regresar jamás. Se dice que pasó sus últimos días dedicado al cultivo de su finca de Litermum (cerca de Nápoles), y que antes de morir pidió que su cuerpo fuera enterrado allí, y no en su país ingrato.
Su requerimiento fue atendido y su tumba aún existía en Litermum según el famoso historiador romano Tito Livio del siglo I a.C. "Tierra ingrata, no te dejaré ni mis huesos", rezaba su epitafio. "Aquí se respira Historia", comentó Rita Volpe, arqueóloga responsable del monumento, rodeado de cipreses y pinos. "En el colegio se estudian las guerras púnicas. Pues bien, aquí están enterrados casi todos sus protagonistas", comentó a la AFP.
La experta estima además que aún falta mucho por descubrir y excavar a nivel arqueológico. La tumba fue descubierta por casualidad en 1780 por dos religiosos, propietarios de un viñedo. Las recientes labores de restauración, por un valor de 1,3 millones de euros, fueron financiadas por la alcaldía y comenzaron en el 2008.