jueves, 21 de marzo de 2019
ABC:¿Por qué hay tantas esculturas del Antiguo Egipto sin nariz?
La pregunta más frecuente a la que tiene que hacer frente Edward Bleiberg, comisario del Museo Egipcio de Brooklyn es, ¿por qué las estatuas tienen la nariz rota?
Este especialista había dado por hecho que las piezas habían resultado dañadas a lo largo del tiempo. Sin embargo, ante la insistente cuestión comenzó a investigar y descubrió un patrón de destrucción deliberada que se repetía en la mayoría de las obras de arte egipcio desfiguradas.
El estudio de Bleiberg se ha convertido en la base de la exposición «El poder de huelga: iconoclastia en el antiguo Egipto». La selección de piezas del museo se muestran por parejas estatuas y relieves dañados con otros intactos que datan del siglo 25 a. C hasta el siglo I a. C. Todas que muestran cultura arraigada de iconoclastia que condujo a su mutilación.
«La regularidad de los patrones en las esculturas dañadas indican que fue intencionado», ha afirmado este especialista a Artsy citando innumerables razones políticas, religiosas, personales y hasta criminales para estos actos vandálicos.
Es importante señalar que los antiguos egipcios atribuían gran poder a las imágenes de la forma humana. Creían que la esencia de una deidad podía habitar en una imagen que la representaba y, en el caso de los fallecidos, que su alma podía estar en su escultura. Los actos vandálicos tendrían como objetivo, pues, desactivar ese poder.
La mayoría de las esculturas y relieves que tenían un propósito ritual eran depositados en las tumbas y los templos. Las primeras servían para «alimentar» a la persona fallecida en el más allá. En los templos, los dioses reciben ofrendas de comida por parte de esculturas que representaban a los reyes o al estamento más elevado de la sociedad.
Eliminar un legado
Las estatuas y los relieves eran entonces «un punto de encuentro entre lo sobrenatural y este mundo» que los actos iconoclastas querían volar por los aires. «La parte dañada ya no podía realizar su misión», ha indicado este experto. Por lo tanto, sin nariz, el espíritu de la estatua dejaba de respirar, por lo que el vándalo está «matando». Sin orejas, la estatua de un dios no es capaz de escuchar oraciones; si se corta un brazo izquierdo, ya no se puede llevar a cabo la ofrenda a los dioses... Además, los ladrones de tumbas destrozaban las esculturas por temor a una posible venganza del fallecido si la dejaba intacta.
Asimismo, la iconoclastia a gran escala tenía motivaciones claramente políticas. Esta práctica vandálica ayudaba a los gobernantes y a los que querían serlo a reescribir la historia a su favor. Este borrado sistemático afectaba sobre todo a las mujeres: los legados de dos poderosas reinas egipcias, Hatshepsut y Nefertiti, se eliminaron de la cultura visual colectiva.
«El reinado de Hatshepsut presentaba un problema para la legitimidad del sucesor de Tutmosis III. El faraón resolvió este problema borrando toda la memoria de Hatshepsut», escribe Bleiberg en el texto del prólogo que acompaña a la exposición.
El esposo de Nefertiti, Akenatón, fue el artífice de la revolución religiosa que, por primera vez, se convertía en monoteísta. Una vez fallecido se restauró el culto politeísta y se eliminaron todos los monumentos erigidos en su nombre. Sin embargo, Nefertiti y sus hijas también sufrieron; estos actos de iconoclastia han ocultado muchos detalles de su reinado.
Una serie de textos del Antiguo Egipto describe la ansiedad de que su propia imagen se dañara y las medidas que tomaban para salvaguardarlas. También los faraones emitieron decretos con penas terribles para cualquiera que se atreviera a amenazar su estatua.
Sin embargo, y pese a lo que pudiera parecer, los que perpetraban las mutilaciones «no eran vándalos» y no actuaban al azar, a juicio de Bleiberg. De hecho, la precisión de sus cinceles sugiere que eran trabajadores cualificados, entrenados y contratados para ese preciso propósito.
El significado de estas estatuas cambió con el tiempo a medida que cambiaban las costumbres culturales. En el primer período cristiano en Egipto, entre los siglos I y III, los dioses que habitaban las esculturas fueron temidos como demonios paganos y fueron atacadas para desmantelar su poder. Después de la invasión musulmana en el siglo séptimo, según los investigadores, los egipcios habían perdido el miedo a estos antiguos objetos rituales. Durante este tiempo, las esculturas se troceaban en rectángulos y se usaban como bloques de construcción.