viernes, 3 de abril de 2015
El País:Barcino se mira en Roma
Barcino, la ciudad romana que fundó el emperador Augusto en el siglo I, origen de la actual Barcelona, no es Roma, pero los continuos descubrimientos de este periodo y la puesta en valor del patrimonio que ha llegado hasta nosotros de la Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino, hacen que, a veces, lo parezca. La última recuperación para la ciudad es la llamada Domus Avinyó, los restos arqueológicos localizados bajo un edificio municipal situado en el número 15 de esta calle barcelonesa y que pertenecen a una casa cuyo origen se remonta al siglo I, el momento de la fundación de la ciudad y que estuvo en uso hasta el siglo IV. Entre los restos que se pueden ver por primera vez destaca un excepcional conjunto de pintura mural, único hasta el momento en Hispania, perteneciente al IV estilo pompeyano, recuperado tras una laboriosa labor de restauración que permite ver cómo era en el momento en que fue fue pintado por un artista “que el dueño de la vivienda hizo venir directamente de la península Itálica”, tal y como explica Carme Miró, responsable del Plan Barcino. Y es que, como ocurre con las otras cinco domus excavadas de la Barcelona romana, el dueño era un patricio con un alto poder adquisitivo.
Los restos, localizados en 2004 pero cerrados al público hasta ahora, pertenecen al flanco suroeste de Barcino, una de las zonas con menos restos hallados de la colonia romana. El acceso al nuevo espacio musealizado —que ha contado con una dotación de 400.000 euros— se ha dotado de un cierto ritual, diferenciando el exterior del interior. Por eso, el visitante encuentra antes de acceder al interior, en una zona del edificio actual, un bajorrelieve a tamaño natural de un joven que lanza al suelo lo que lleva en su capazo. “Estamos en el suburbium, el lugar fuera de la murada donde los romanos de Barcino se desprendían de sus desechos”, explica Miró. Luego se pasa a una zona situada bajo la muralla que protege una segunda figura de un soldado, lanza en mano. Poco antes de entrar una tercera figura representa a una mujer que lleva un cesto con panes bajo el brazo. “Ahora estamos en el intervallum que recorría la muralla por su interior para favorecer un acceso rápido a cualquier lugar de la ciudad. La mujer explica que en esta domus se ha localizado el que puede ser el primer molino y horno de pan de toda la ciudad, puntualizó Miró. Por fin, se accede, casi a oscuras, al espacio musealizado. En un vídeo proyectado en una enorme pantalla se explica cómo era la ciudad de Barcino en el siglo I, a partir de una recreación en la que varios actores dan vida a ciudadanos romanos. También se puede ver por primera vez cómo serían algunas de las otras cinco domus de la ciudad, como las de Sant Miquel, Sant Iu, Sant Honorat (que también es visitable), la del Palacio Arzobispal, la de Bisbe Caçador, situada bajo el Archivo Administrativo. Tras el visionado se ilumina la enorme pintura mural (en realidad estaba situada en el techo de una de las estancias de esta casa) posible gracias al trabajo de restauración realizado por Lidia Font y su equipo del Muhba.
Los restos que puede verse desde un mirador corresponden a tres habitaciones, dos forman parte de un triclinium o sala de banquetes, deducido por las marcas de las camas (lectus) colocadas en forma de U que se han conservado en el pavimento de mosaico realizado con opus teselatum, pequeñas piezas de mármol blanco y negro o con opus sectile, grandes baldosas también de marmol.
La tercera es un cubiculum, o cámara del señor. “Una especie de despacho donde el dueño trabajaba y recibía”, aclaró Miró, tras remarcar que en esta presentación no se ha escatimado en el uso del latín, la lengua que hablaban y escribían los romanos barceloneses que allí vivieron. Todas las estancias mirarían hacia un patio interior porticado que daría luz a las habitaciones. En el techo del cubiculum es donde estaría situada la enorme pintura a base de motivos florales y geométricos que en una de sus partes representa el rapto de Ganímedes, “el más bello de los mortales”, según Homero y que simboliza “la belleza, la eternidad, el amor homosexual y la libertad".
Como si el recinto fuera una especie de cámara acorazada donde se exhiben joyas, “un pequeño tesoro”, en palabras del concejal de cultura del Ayuntamiento, Jaume Ciurana, que ayer estuvo en la presentación, se ha colocado otras cinco vitrinas en las que se pueden ver fragmentos de otras pinturas de esta casa. “Todas de una gran calidad técnica, compositiva y cromática”. En una, se identifica la imagen de un joven desnudo y alado que lleva un arco, mientras que en otra se ha identificado a la musa Terpsicore, la de la danza y el canto coral que aparece tañendo una lira, el resto se representaron arquitecturas ficticias para dar un cierto efecto de trampantojo.
¿Y qué se sabe del propietario de esta vivienda? En un grafiti que se realizó en la fachada de la vivienda se puede leer Lucinus Secundus, tal y como se puede ver en el nuevo espacio. “Hay teorías que aseguran que podría ser el nombre del dueño, pero no está totalmente comprobado”, explicó Miró. Lo que sí se sabe es del poder adquisitivo de este romano barcelonés, que bien podría ser uno de los que tanto criticó en el siglo IV el obispo Paciano, pese a que él mismo pertenecía a la aristocracia: “Viven en palacios de mármol, van encogidos de tanto oro como llevan encima, arrastran colas de seda, van pintados de carmín... no faltan los lugares de reposo junto al mar, vinos exquisitos, banquetes espléndidos y un descanso para la vejez”. Vamos, un paraíso.